miércoles, enero 07, 2015

ESCRITOR DEL DESTINO. 3ra. ENTREGA


"Me llevó quince años descubrir que no tengo talento para escribir. 
Pero no pude dejar de hacerlo, 
pues para ese entonces yo ya era demasiado famoso."
Robert Benchley, narrador




*NOTA DEL AUTOR: he decidido cambiar el sitio www.chambafacil.com por el de www.talachita.tab, ya que del primero no tengo registro y pertenece a alguien más, por su comprensión gracias.


Pasaron unos meses desde la última vez que había recibido un mail que lo hiciera revisar una propuesta de trabajo del portal  www.talachita.tab, ese día las cosas en la oficina habían estado tranquilas así que cuando su celular emitió un aviso, ya que lo tenía configurado para recibir sus correos allí, decidió darle una oportunidad al mail que le había llegado, se trataba de otro aviso de trabajo del portal talachita.tab, decía: “Estamos buscando a un escritor  con talento, que pueda crear contenidos sobre grandes robos para novela policiaca, no se requiere experiencia, queremos mentes frescas”

Francisco leyó el anuncio más de una vez, quería saber dónde estaría el truco esta vez, con qué tontería le saldrían los que habían publicado esa convocatoria, seguramente había gato encerrado, cerró el mail, dejó su celular sobre su escritorio, se recargó en el respaldo de la silla sin quitarle la vista al teléfono, su mirada era de incredulidad, de desconfianza, como si aquel aparato inanimado le estuviera jugando una broma, lo malo es que él no estaba para bromas, ni siquiera muerto valía algo, los seguros que tenía no alcanzaban a cubrir algunas de sus deudas, pensaba más en el provenir de sus hijas, suspiró, decidió darle una oportunidad a eso que parecía una luz al final del túnel, se dibujó una sonrisa irónica en sus labios pues él ya estaba alucinando que ese pequeño trabajo le resolvería la vida cuando en realidad no sabía primero, si lo elegirían, y segundo, cuánto ganaría, sabía que por lo menos para los pasajes de camino al trabajo sacaría, o para unas cervezas y por qué no, para un rico café americano bien cargado de su cafetería favorita, no sabía si esa manera de pensar era la de un mediocre o la de un hombre al que la vida le había enseñado que muchas veces se está arriba, pero que cuando te toca estar abajo, con los amolados, las cosas pequeñas suelen alegrar el alma, pequeñas, como un pajarillo que se para en tu espejo lateral cuando transitas por una avenida con mucho tráfico, pequeñas como el ver una ardilla haciendo equilibrio en un cable de teléfono, pequeñas como disfrutar de un rico café mientras observas cómo la vida continúa, participes o no en su dinámica infinita.  

No le dio más vueltas al asunto y se postuló para el trabajo, lo peor que podía pasar era que no fuese requerido, de por sí no tenía nada, cualquier cosa que cayera a partir de ese momento sería ganancia. Ahora lo único que tenía que hacer era esperar a que lo contactaran, trataba de ser positivo, de creer que entre los cientos de aspirantes él sería elegido, pero nuevamente el pesimismo se asomaba por encima de su hombro y se cuestionaba sobre qué tan bueno era realmente como para destacar por encima de los demás aspirantes, seguramente entre ellos había uno que otro escritor profesional que hacía eso trabajitos para comprar cigarros, una botella de wiski o la compañía de una dama cariñosa pero dudosa reputación, algo así como que hacer “chambitas” pá los chicles, para ellos, los escritores pro,  sería como quitarle un pelo a un gato la redacción de alguna novela o cuento para ganar unos pesos extra, eso es lo que Pancho creía.

Cuando se aburrió de lamentarse por algo que no había ocurrido aún, su teléfono emitió un sonido familiar, era el tono de las notificaciones del correo, dedujo que sería otra oferta de trabajo del portal talachita.tab, y no se equivocó, cada vez las solicitudes eran más extrañas; “Estamos buscando a un ex militar con facilidad para escribir en blog de artículos de guerra, se requiere experiencia militar mínima de 10 años, grado de sargento como mínimo y manejo de inglés al 100 %”.

Los mails seguían llegando, había algunos descarados, o por lo menos así le parecían a Pancho; “Estamos buscando escritor fantasma para ganar concurso de cuento, que asegure la victoria del mismo sobre los demás participantes, se requiere experiencia comprobable como ganador”, no sabía si se trataba de una broma pero hasta para hacer trampa en concursos le solicitaban experiencia.

No quiso saber más de los correos de talachita.tab, decidió leer mejor las noticias, el estado se encontraba muy agitado, se decía que por estar en el sur del país, en la zona del trópico húmedo, el calor hacía que la gente perdiera la razón con temperaturas que en ocasiones rebasaban los 40° centígrados incrementado los índices de violencia, eso aunado al desempleo hacían un caldo de cultivo para que las actividades ilícitas estuvieran a la alza.


Entre las notas que leía una le llamó la atención, en la secretaría de seguridad pública había un problema que amenazaba con desencadenar un paro de labores por parte de los agentes de la ley, eso era un asunto como de película, Pancho imaginaba las miles de millones de posibilidades para que los dueños de lo ajeno pudieran hacer de las suyas, aunque no se definía cuándo iniciarían era una posibilidad latente si no se cumplían sus demandas, las cuales parecían ser justas.

Cuando leía las noticias le gustaba tener cerca su taza de café, el doctor se lo había prohibido, su gastritis lo condenaba a tener que abstenerse de ciertas cosas, bueno en teoría, porque realmente seguía comiendo de todo, en especial cosas fritas, para él despertar un fin de semana y no desayunar su versión de huevos motuleños  era un sacrilegio, la receta variaba según lo que hubiese en el refrigerador, su crisis económica había minado un poco su poder adquisitivo, para Pancho comprar algunas cosas en los supermercados implicaba un gasto que no podía costear, solía ir a comprar sumando los precios de los productor que metía en el carrito para saber si podría pagarlos, se sentía patético haciendo eso, y todo porque hubo un tiempo en el que ni siquiera le interesaba saber el precio de las cosas, ahora comprendía lo que era vivir al día.

Pancho probó por primera vez los huevos motuleños en Xalapa, Veracruz, cuando asistió a la graduación de un amigo que terminaba una maestría en filosofía, y en una ocasión acordaron desayunar juntos, llegaron a una fondita y del menú le llamó la atención  ese platillo, cuando se lo sirvieron se trataba de un par de huevos estrellados sobre un par de tortillas pasadas por aceite untadas con frijoles refritos con rebanadas de jamón encima, queso de hebra sobre los huevos fritos bañados en  salsa de tomate con poco chile, como una pequeña guarnición plátanos fritos con crema y queso, todo un manjar para el paladar exigente de Pancho, a partir de ese momento se convertirían en su obsesión, misma que tuvo que controlar en un principio ya que a causa de la misma solo quería comer eso en los desayunos, sin embargo descubrió que era demasiado exigente con la preparación del mismo por lo que no confiaba en que alguien más lo preparara, así que creó su propia versión, huevos motuleños  a la “me chingué”, entiéndase como a la “ahí se va”, siendo un requisito indispensable la presencia de la tortilla, el jamón o pechuga de pavo, los huevos y por supuesto el queso y la salsa, de ahí se podía prescindir de cualquier otro ingrediente, pero si por alguna razón se contaba con ingredientes extras se podía agregar tocino bien crocante, frijolitos refritos para untar en las totillas o hasta una carne para hamburguesa, y esto debido a que en sus huevos motuleños a la me chingué los ingredientes van formando una especie de capas que se pueden ir alternando con tortillas siendo el cocinero quien decide el orden de todo lo que se le pone, por cierto que ya había pensado en agregar a su receta chorizo argentino y chistorra, so pretexto de una frase que se le había pegado para ya no salir de su vocabulario; ¡pá que amarre!, le hubiese gustado ser chef.

Así era Pancho, por momentos divagaba pensando en tantas cosas que sin darse cuenta perdía la noción del tiempo, se perdía en ese mar de pensamientos que más de una vez lo habían hecho naufragar, en ocasiones deseaba que por una vez en su vida le quitaran esa capacidad, esa “mala costumbre” de pensar, y pensar y pensar, a veces le quitaba el sueño, lo hacía una persona poco activa ya que en vez de actuar solo se dedicaba a pensar y como resultado la indecisión terminaba en la inacción, tenía la teoría que la gente que no pensaba,  o que no pensaba tanto, eran personas felices porque no tenían razones para preocuparse.

Una mañana después de haber dormido hasta el cansancio, como invidente buscó a su alrededor su teléfono celular, no tenía muchas ganas de abrir los ojos, aunque para revisarlo terminaría haciéndolo, y una vez que lo encontró se dispuso a contestar mensajes de texto, revisar sus cuentas de redes sociales y por último sus correos electrónicos, entre los cuales abundaban los avisos de pagos de teléfono, de luz, de tarjetas y estados de cuenta de la hipoteca que estaba pagando, la mayoría del tiempo los ignoraba, como tratando de creerse esa mentira de que si no los veía era como si no existieran, pero terminaba leyéndolos y borrándolos, y así estuvo un buen rato cuando descubrió que en la bandeja había un correo pendiente por leer del portal talachita.tab, el encabezado decía: “hemos revisado su perfil y cumple con lo necesario para satisfacer nuestras necesidades, en breve nos comunicaremos con usted, ofrecemos porcentaje importante de ganancia en base al éxito de su texto, favor de indicar si acepta trabajar bajo estos preceptos o declina nuestra oferta. La editorial”. Pancho no lo podía creer, por fin tendría una oportunidad de ganar unos pesos extra, además sería su primer trabajo en esa plataforma digital, le ayudaría a ir formando un perfil más adecuado y sabía que si lo hacía bien le darían una buena calificación y hasta le ofrecerían más trabajo del mismo tipo, eso merecía un festejo, buscó sus archivos musicales en la computadora y creyó que no había mejor melodía para conmemorar ese instante que I feel good de James Brown.

En otro edificio no muy lejos de allí un hombre revisaba su correo encontrándose con la noticia de que, al parecer, todo marchaba como lo había planeado.

Continuará...

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