viernes, febrero 26, 2016

MERCENARIAS DE AFRODITA IV

"Las personas felices no tienen historia." 
Simone de Beauvoir







IV
Estábamos muy entretenidos, como buenos hombres no reparamos en las formalidades de una presentación pero llegó el momento en el que tuve que darles un nombre o sobrenombre, me identifiqué solamente como Vargas, al escucharme el vocalista de Los ya merito me dijo que ese era su apellido, una coincidencia agradable, en lo personal de niño pensaba que todos los Vargas tendríamos que unirnos y ayudarnos entre nosotros, en realidad era una idea de chamaquito impulsada por mi admiración a grandes personajes del mundo del espectáculo e intelectual nacional e internacional; Chabela Vargas, Pedro Vargas, Vargas Llosa, el Mariachi Vargas, Gaby Vargas, Ximena y Larissa Vargas, Iñaki Vargas, Lalo Vargas, etc.

“El Borrego” Montalvo -bajista de la banda- servía otra ronda de tequilas y no hablaba mucho, prefería beber que perder el tiempo con la verborrea que el tocayo y yo habíamos agarrado.

-Así que también eres Vargas- le dije a mi nuevo amigo.

-Y también soy muy verga cuando me pongo vivo- dijo mientras los tres soltábamos una gran carcajada.

-¿Acaso eres del Jalpa?

-No, yo soy del meritito centro…

-¿De la república?- me adelanté a decir.

-No…del estado- respondió provocando más risas.  

Supongo que cuando eres pequeño tienes una necesidad de pertenencia por eso me gustaba creer que todos los Vargas éramos familia, ser Vargas siempre me ha gustado, suena bien, sin embargo con los años aprendí que un apellido no es precisamente una garantía de parentesco familiar, durante la historia del mundo han existido personajes que fueron adoptados, reconocidos y no reconocidos por sus padres que no solamente les negaron su amor y manutención sino también su apellido, un tiempo estuve obsesionado con el escudo de armas de la familia, una banalidad muy europea, finalmente entendí y desee ser más indígena que mestizo porque en el pueblo indígena reside la cosmogonía que nos identifica como mexicanos, me tocó ser mestizo pero con alma de nativo, ahora sé que con mis actos es que puedo crear mi familia, mi clan, mi legado y mi propio linaje y que las personas que yo elija pertenecerían a el sin necesidad de provenir de una familia de alcurnia, y así hubiese seguido desvariando pero un perfume conocido me regresó a la realidad, mi clienta había arribado a la mesa, desafortunadamente para mi ahora lucía una bata de seda roja muy linda, estaba tratando de recordar sus bellos pechos que tan solo hacía unos minutos habían estado a merced de la gravedad, y gracias a esa exquisita tela de la bata pude observar que seguían así y que además ella tenía frio.

-Caballeros, ¿me invitan una copa?- preguntó aquella bella mujer mientras yo me ponía de pie y le ofrecía asiento en nuestra mesa.

-Por su puesto guapa, Borrego sírvele a la Mercenaria una copa- le dijo el tocayo a su compañero mientras se ponía de pie, una vez servido el tequila ambos se retiraron con la promesa de volver a chocar copas y continuar la charla, al parecer no querían hacer mal cuarto.

-Que bonito baila señorita…

-Amalia, Amalia Guadalupe- no me dijo apellido, con una “Lupita” así si me vuelvo creyente –pensé-.

La miraba hipnotizado y estoy seguro que ella lo sabía, me empezaba a sentir mareado esos tragos con los Ya merito me estaban comenzando a pasar factura, los años y poca pericia para beber me hacían presa fácil del alcohol, necesitaba comer algo para contrarrestar esa cantidad de líquido en mi torrente sanguíneo así que levanté mi mano como cuando en la escuela querías pedir la palabra a la maestra y el mesero inmediatamente se acercó hasta la mesa, le ordené algo comer, mientras Amalia se tomaba su tequila de a sorbitos, seguramente ella no se embriagaría como yo, sentía curiosidad por cómo una chica tan linda como ella había terminado bailando casi desnuda en un lugar así.

-Te preguntarás como terminé aquí- dijo de pronto rompiendo el silencio.

-No guapa como crees, eso es algo que no debería siquiera interesarme, todos tenemos nuestras razones, no es bueno juzgar sin saber ni conocer nada de las personas, se corre el riesgo de crear historias que no son ciertas- me sentí culpable mientras le decía eso.
-¿Te gustaría conocer mi historia?

-Soy todo oídos- le contesté.

-Te advierto que es una historia algo trillada, nada nuevo, se trata de una niña, la mayor de tres hermanos, hijos de un militar retirado que en lugar de ser un padre para sus hijos pensaba que estos eran una extensión de su tropas en el ejército, un hombre tan especial que le gustaba ningunear a su esposa y pavonearse con sus amantes, eso hacía que la relación con hija mayor se volviera pesada lo que en realidad pasaba es que eran muy parecidos, a pesar de ser mujer lo enfrentaba como el varón mayor de la familia, discutían todo el tiempo pero de alguna manera esta chica era el orgullo de su padre, la naturaleza fue generosa con ella, a los doce años sus atributos se dejaban ver a simple vista –se abre un poco la bata y deja ver sus voluptuosos pechos- cuando se tiene un par de estas nenas es difícil pasa desapercibido para los hombres, los chicos de mi edad me tenían miedo, les traía pero a la vez se sentían intimidados por mi carácter, en una ocasión un primo mayor que yo se aprovechó de mí, me tocó me sentí aterrada, sucia, culpable, adiós inocencia, hay cosas que te marcan en tu comportamiento, algunas chicas se vuelven más abiertas otras se aterran, yo fui de las segundas, empecé a relacionarme con chicos mayores, a ellos les atraía mi cuerpo y a mí no me interesaba andar con “niños”.

Cuando tuve la oportunidad me dediqué a mi pasión, durante la universidad tuve un novio que estuvo perdido y locamente enamorado de mí, él quería ser el padre de mis hijos, yo, yo no sé lo que quería pero sí sabía lo que no quería, y lo que no quería, en ese momento, era convertirme en madre, aún  no terminaba la universidad y el baile me estaba dando muchas satisfacciones, dejé correr el tiempo pasaron los años, mi novio se convirtió en mi prometido vivimos juntos y cuando me vine a dar cuenta había escapado del yugo pero me había ido a refugiar con hombre que ya no quería una novia sino una esposa, no estaba preparada, lo dejé varias veces, me buscaba y suplicaba que regresara con él, volvíamos a intentarlo pero mi meta en ese entonces era graduarme, demostrarle a mi padre que yo era autosuficiente, que no necesitaba su ayuda ni su dinero, que no había salido de la casa por “haberme comido la torta antes del recreo”, mi orgullo estaba en juego, era una lucha de egos, de ver quién tenía la razón si mi padre o yo.

  Con el tiempo mi prometido me entregó anillo de compromiso, es la ilusión de toda mujer, las cosas no estaban bien del todo con él y de pronto un día se cansó de esperar, me pasó lo de la canción de Jose Alfredo, se cansó de rogarme, se cansó de decir que él sin mí no podía vivir y una noche antes de dormir me dijo que rompería el compromiso, sentí algo horrible, lo primero que una mujer piensa que cuando algo así ocurre es porque seguramente hay una mujer más de por medio, desgraciadamente yo sabía que no era el caso, ese hombre no tenía ojos para nadie más, besaba el piso por donde caminaba pero un día ya no pudo más, se desvivió de amor por mi durante cinco largos años y yo no hice más que pensar en mí, me dejó el anillo de compromiso como recuerdo –miro la mano de Amalia y aún lo usa- terminé mi carrera, dejé de verlo, no volví a saber de él, le gané el pleito de egos a mi padre porque ya estaba titulada, soltera, sin hijos y con un pequeño diamante como recuerdo de un gran amor y sin nadie que cuidara de mí.

Viajé a la capital me dediqué al baile folclórico, me seguí preparando, tomé un par de malas decisiones, me quedé sin nada, vi un anuncio donde requerían bailarinas, adicioné para ser una Mercenaria de Afrodita y aquí estoy, hecha casi una nudista que baila para vivir, aunque por dentro haya muerto hace un largo rato –me regaló una sonrisa mientras una lagrima resbalaba por su mejilla-.

Me atreví a limpiarle esa lágrima, estaba conmovido, nuevamente tenía frente a mí a una damisela en peligro, ya me lo había advertido mi psicóloga, tienes el síndrome del caballero de armadura reluciente que va en rescate de la chica en peligro, ese era mi pinche maña, no podía saber que una nalguita así de buena tenía problemas porque ya estaba yo de “cola pronta” -como decía mi tía- tratando de resolver el problema de la chica en turno, era como inevitable, posiblemente una amiga mía me bautizaría con “San Varguitas: protector de damiselas en peligro y putas depresivas”.

Una prima mía era más ruda y me acusaba de “solo querer pasarle el tractor” a esas mujeres, lo cierto era que cada historia me conmovía mucho y terminaba metiéndome en miles de problemas y si en el proceso se abrían las puertas del cielo pues ¿quién era yo para negarme a entrar?

-Cómo ves detective, soy patética ¿verdad?

-No creo guapa, lo que si te puedo decir es que hay que tratar de aprender de los errores y pues si no te gusta estar aquí déjalo, eres talentosa y muy atractiva, seguramente encontrarás un buen trabajo allá afuera.

Ella comenzó a reír como si le hubiese contado un chiste, caí en cuenta que me había visto muy inocente, imaginé que en su ambiente el asunto era como la mafia, una vez que estás adentro posiblemente no se salía tan fácil.

-Eres un idealista detective, pero a ver, no seas tramposo ya te conté mi vida y tú no me has contado nada sobre ti.

-No hay nada interesante que contar, te voy a aburrir.

-Te gusta hacerte el interesante guapo.

-No es eso, lo que pasa es que soy un poco tímido- acabando de decirle esto vi que en su rostro de dibujó una expresión de preocupación, se puso de pie puso su mano sobre la mía y la apretó con fuerza.

-No voltees a ver, acaba de llegar un “admirador” el cual es muy celoso, no hagas ni digas nada tonto, él es el jefe de la policía local, es un hombre muy peligroso, déjame hablar a mí.

 En ese momento supe que las cosas se pondrían difíciles, la reinita tenía un “fan”, de inmediato pensé que probablemente era mucho más que eso, esa noche no tenía planeado morir allí, me mantuve inmóvil en mi silla, hasta la mesa llegó un hombre entrado en años, 60 años aproximadamente vestido de guayabera blanca con mangas largas y con un par de guarros detrás, Amalia lo saludó efusivamente y procedió a presentarnos.

-Sr. Eulogio permítame presentarle a…-el Sr. Eulogio levantó la mano haciendo un ademan que le indicaba a mi clienta guardar silencio, pensé que hasta allí había llegado.

-Este caballero no necesita presentación, sé perfectamente quién es, ¡se trata nada más y nada menos que mi escritor favorito!, el Sr. Vargas- no era posible, me habían descubierto, el tipo estrechó mi mano, me quedé mudo, en ese momento el Sr. Eulogio chasqueó sus dedos e inmediatamente uno de sus guarros le pasó un ejemplar de mi libro “El Hombre Muerte y Otros Relatos”, en la contra portada venía mi fotografía,  Amalia me miraba visiblemente afectada, yo solamente pude guiñarle un ojo esperando que entendiera mi mensaje. 

Continuará...

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viernes, febrero 19, 2016

MERCENARIAS DE AFRODITA III

"¿acaso las putas no tienen derecho a enamorarse?

-Detective Vargas










III

Terminó el número de las Mercenarias de Afrodita, y el ambiente cambió totalmente, el mesero me llevo mi cerveza, y le pregunte si las cosas siempre eran así, a lo que respondió: - ¡todo el tiempo!

Nuevamente el sonido del lugar se dejó escuchar con su presentador, pero solo para anunciar a “Los ya merito”, al escuchar eso no lo podía creer, y los vi ahí, en el escenario, una banda de dos, golpeados por los años, cargando en los hombros el peso de giras interminables, ayunos prolongados provocados por esas noches de borrachera al son del tequila y cocaína, el vocalista con sombrero  y el contrabajista con sus lentes oscuros, sin duda eran ellos.

 -Damas y caballeros sean todos ustedes bienvenidos, comenzaremos con esto que dice más o menos así…- la banda comenzó a tocar, era un ritmo agradable, el bombo de la batería marcaba el latido de un corazón seguido de las cuerdas de un contrabajo que le agregaban cadencia y un piano que pulía la pieza con una armonía pegajosa acompañando la lírica que rezaba así:

DALE PLAY PARA ESCUCHAR LA CANCIÓN, LA CUAL PUEDES DECARGAR SI ASÍ LO DESEAS, SOLO PRESIONA EL BOTÓN DE DESCARGA QUE APARECE EN EL REPRODUCTOR PARECIDO AL DE LA IMAGEN QUE SE MUESTRA A CONTINUACIÓN: 




Cuando sientas que las cosas van mal,
y que estas no pueden empeorar,
prepárate un buen café,
y con cianuro tal vez sepa bien.

Si sufres de algún mal de amores,
ya no dibujas flechas con corazones,
te hace falta una caricia,
y no te dan ni las noticias.

Mercenarias de Afrodita, “señoras” y “señoritas”,
siempre ofrecen un ¡te quiero!, a cambio de tu dinero,
Mercenarias de Afrodita, “señoras” y “señoritas”,
siempre ofrecen un ¡te quiero!, a cambio de tu dinero.

Si caminas por el boulevard,
en las esquinas las encontraras,
con sus caricias te consolaras,
pero el dinero tendrás que mostrar.

Mercenarias de Afrodita, “señoras” y “señoritas”,
Siempre ofrecen un ¡te quiero! a cambio de tu dinero

Al final de la melodía, nadie aplaudió, así que me puse de pie y lo hice por todos aquellos que no lo habían hecho, Los ya merito me vieron y asintieron como agradeciendo el favor de mis aplausos, porque estoy seguro que eso pensaron, que era un favor, no me importó, me partía el alma ver a mis ídolos de juventud tocando para una bola de imbéciles que no apreciaban al talento local solo buscaban un momento de fantasías las chicas bonitas que allí se presentaban, porque al fin y al cabo eso era lo único que podían hacer, fantasear con ellas, debo admitir que no faltaba el que tenía una cartera lo suficientemente holgada como para ganarse el “cariño” de alguna vedette de las que trabajaban allí, muchos las tachaban de putas, de mujeres fáciles, no estoy tan de acuerdo con el término de “mujer fácil”, tengo la teoría de que por cada “mujer fácil” hay una historia de vida difícil, en esta vida no siempre se puede elegir el camina “correcto”, a algunos no gira bien el ratoncito pues venimos muy dañados de tiempo atrás y en lugar de tomar los caminos “correctos” nos enredamos en situaciones que van más allá del entendimiento de los demás, tampoco nacemos así de “maleados” los golpes de la vida a veces nos pegan tan duro que dañan nuestras neuronas y con el tiempo esos “malos golpes” –emocionales- nos van quitando visibilidad, nos volvemos unos ciegos testarudos que en más de una ocasión no reconocemos lo equivocados que podemos estar, vaya pues no contamos con un guía, con un “Pepe Grillo” que nos guíe por la vida y nos diga que la vamos a cagar de manera colosal aunque muy posiblemente ni siquiera le haríamos caso.  

Recuerdo que en una ocasión me enamoré –o creí haberme enamorado- de una chica muy guapa, mi primera impresión al verla fue simplemente estética, 1.75 cm de altura, delgada pero con una bonita cadera, se dedicaba a ser edecán, había sido novia de una compañero de escuela, con el tiempo ella y él se distanciaron, una amiga la conoció y pues como entre mujeres se pueden despedazar pero nunca hacerse daño –aunque suene a eslogan de obra de teatro- me dijo de una manera muy ruda que estaba muy mal si estaba saliendo con esa “puta”, al parecer aquella chica no tenía buena reputación, pero le comenté a mi amiga que estaba siendo muy dura y que finalmente las putas también tenían derecho a enamorarse –obviamente la puta en cuestión no lo estaba de mi- yo solo había hecho el comentario por aquello de que se me hacía muy poético y pues realmente creía que –y sigo creyendo- que puede pasar aunque no por ello tenía que ser cierto ya que finalmente la chica guapa solo me utilizó para recuperar a su anterior galán y ahora ex”amigo” pues según su filosofía de macho alfa, vividor, chulo e intento de dandy moderno estaba prohibido andar con ex novias y hermanas.

 No estaba seguro de mis divagaciones, de lo único que si estaba seguro es que esa noche no me iría del lugar sin antes tomarme unos tragos con aquellos hombres cuyas letras me hacán pensar que ser como ellos era lo máximo en la vida, cuántas veces no quise ir a sus presentaciones, pero tal vez me faltó decisión y dinero.

Era increíble, las manos me sudaban, le hice una seña al mesero, este se reportó de inmediato conmigo, le pedí que fuera por Los ya merito y los invitara a mi mesa, también le pedí una botella de tequila “Don Julio”, el mesero partió para realizar la encomienda, después de tantos años por fin iba a tener el gusto de platicar con ellos, estaba muy nervioso, me preguntaba a mi mismo qué les podría preguntar, me sentía como un adolecente en su primera cita.

Y fue entonces que los vi acercarse a la mesa con la botella de tequila en mano, tomaron asiento e inmediatamente el vocalista sirvió tres caballitos de tequila al tiempo que proponía un brindis.

-Por las putas, porque también tienen corazón.


-¡Salud!- brindamos los tres chocando nuestros tequileros; me pareció genial que alguien pensara como yo.



Continuará...


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MERCENARIAS DE AFRODITA I

MERCENARIAS DE AFRODITA II

















viernes, febrero 12, 2016

MERCENARIAS DE AFRODITA II



"No se fíe de una güera,
tampoco de una mulata,
de una negra o asiática,
sea señora o muchacha,
si son personas non-gratas,
que no entienden de amor"

ENRIQUE BUNBURY-NO SE FIE



II
Conté las horas como un loco esperando a que llegara la media noche, a esa hora empieza la vida nocturna, es la mejor hora para llegar a las fiestas o a los antros, cuando se llega demasiado temprano se corre el riesgo de encontrarse una cenicienta y que esta tenga que salir corriendo del lugar a las doce de la noche, en cambio si llegas a media noche es posible que esa princesa ya se haya ido y en el antro o pachanga queden solo las reinitas que no tiene problema de horario ni necesitan permiso para hacer lo que les plazca.

 Llegó la hora y me dispuse ir al club nocturno, decidí no ir armado pero había comprado un chaleco antibalas en internet bastante ligero y discreto, esperaba que por lo menos evitara que me acuchillaran por la espalda, uno nunca sabe qué puede pasar en un lugar así, también llevaba conmigo uno de esos lapiceros tácticos, si lo empuñaba lo suficientemente bien tenía una punta redondeada que una vez que golpeabas a tu oponente podías fracturarle una costilla, las armas de fuego son casi infalibles, pero cuando no tienes acceso a alguna tienes que improvisar, una vez leí una novela sobre un agente que había vivido entre China y Japón y aprendido un arte llamado por el autor “Naked Killer”; consistía en la habilidad de convertir cualquier objeto convencional en un arma mortal lo que hacía del agente un asesino muy peligroso.

En una ocasión miraba una película asiática sobre los Yakuza –mafia japonesa- en la que un par de tipos entran a un restaurante, una especie de Sushi Bar, se sientan en la barra en donde hay un sujeto comiendo unos fideos, los mafiosos lo golpean violentamente y toman un par de palillos chinos llamados kuaizi en mandarín, que significa objetos de bambú para comer rápidamente, obviamente estos cambian su nombre según el país ya que son utilizados en China, Japón, Corea, Tailandia, Indonesia, Filipina, Birmania y Malasia, por mencionar algunos países, y el material del cual están hechos también varían, ya que así como fueron de bambú hay de madera, hueso, metal, marfil y en el palacio imperial Chino se usaron de plata para detectar veneno en las comidas reales, específicamente el arsénico, la cosa es que estos dos sujetos después de darle su calentadita al solitario comedor de fideos lo someten e introducen con sumo cuidado los palillos chinos de madera en la nariz sin lastimarlo, aún,  uno en cada fosa nasal para después empujarlos hasta el fondo de un golpe, ustedes imaginaran lo demás.

Como buen congal la fachada destellaba con luces de neón, “CLUB OLIMPO”; supongo que por las diosas que allí trabajaban, pude presenciar cómo un tipo era detenido por el gorila de la entrada, un golpe le basto para dejarlo fuera de combate, aquel gorila media como 2 metros y no se necesitaba ser un genio para saber que el gimnasio era su pasatiempo favorito, me encomendé a todos los santos y  me dirigí hacia él, me marco el alto poniendo su mano en mi pecho, lo miré fríamente.

-A dónde mi estimado- me pregunto el gorila.

-Voy a ver si venden juguetes ahí adentro- le respondí

-¿Te crees muy listo amiguito?, horita te quito lo chistosito.

Metí mi mano en la guayabera esperando encontrar algo que me sacara del problema, dinero, un cuchillo, el lapicero, gas pimienta o algo así, pero solo encontré la tarjeta de mi clienta y al sacarla fue como si hubiera congelado el tiempo y el espacio, el gorila que intentaba golpearme se relajó inmediatamente, miro la tarjeta y me la arrebato de las manos.

-Si traes esto contigo no me puedo oponer a que pases amigo, eres invitado especial, pasa y diviértete.

Me regresó la tarjeta y pasé, mientras atravesaba la puerta puede escuchar como otro tipo no corrió con la misma suerte que yo.

Pasé al recibidor del bar y dejé guardado mi sobrero, una chica me entrego la ficha del guardarropa, me guiño el ojo y yo le regalé una sonrisa torcida, un mesero pidió que lo siguiera hasta una mesa cerca del escenario, el lugar no era un table dance en forma, más bien se trataba de una especie de cabaret o burlesque, la decoración imitaba la forma de un teatro victoriano solo que en lugar de butacas había mesas por doquier, un travestí presentaba su número sin pena ni gloria, ordené una cerveza oscura, me dediqué a observar a mi alrededor, nunca había entrado a un lugar así, siempre había querido hacerlo pero mi reputación como buena gente no me lo permitió un tiempo, ni siquiera como escritor me había atrevido a entrar en los “giros negros” y este era diferente se podía decir que era elegante, no me explicaba por qué la señorita que me había visitado por la tarde  quería que la viera en ese lugar, lo sospechaba pero nada más.

El travesti terminó su acto, el sonido anuncio con gran emoción a las “Mercenarias de Afrodita”, los asistentes se pusieron de pie y aplaudieron con gran fervor, silbidos y guarradas se escuchaban por doquier, se apagaron las luces, un circulo luminoso apuntaba al centro del telón, este se abrió de par en par y salieron tres bailarinas ataviadas con traje de luces –de torero-, mi clienta al centro y un par más flanqueándola, al fondo un par de guitarristas de flamenco, un sujeto en el cajón y el cantaor; los primeros acordes de las guitarras comenzaron a escucharse y las bailaoras, me parecía curioso que hubieran sustituido el traje de flamenca por el de luces, este se apreciaba extrañamente ceñido a la figura de las muchachas, no podía ver bien estaban a media luz, entonces el halo de luz enfocó a mi clienta, sentí que se paralizaba al corazón al descubrir que su traje de luces no era de tela sino body paint; -Jesús de Veracruz- exclamé.  


Quien haya tenido la oportunidad de ver a una bailaora en acción sabrá que esa mujeres zapatean con una coordinación endemoniada, que desarrollan unas piernas y unas nalgas envidiables y que te hipnotizan con sus movimientos, ahora agreguen a la ecuación que estas bellas mujeres traen esos hermosos senos al aire sin más sostén que la gravedad y ya ni qué decir de las nalgas y las piernas, poesía en movimiento señores, creí que había muerto y había llegado al cielo con todo y zapatos, era como ver todo en cámara lenta, mi clienta notó mi presencia y me regaló un guiño coqueto, ya era tarde para mí, me tenía donde quería, no me importaba de qué se trataba el caso, trabajaría para ella sin pensarlo, y cuando uno hace las cosas sin pensar muchas cosas pueden pasar.


CAPÍTULO ANTERIOR : MERCENARIAS DE AFRODITA I 

Continuará...

lunes, febrero 08, 2016

HARAKIRI: CRÓNICA DE UN MADRUGADOR





Desperté a las cero cuatrocientas horas, no quería, la alarma del teléfono insistía en que así tenía que ser, necesito hacer un trámite y la eficacia y eficiencia de nuestras oficinas de gobierno solo permite que repartan 200 fichas por día. 

Hace frío esta mañana, me visto y salgo a la calle sin la esperanza de tomar un taxi, no tengo cambio, no me voy a arriesgar a ser sermoneado por un taxista trasnochado y de mal humor, decido caminar, estoy en Fraccionamiento Bonanza y me dirijo a oficinas de Plaza de Armas, la costumbre de caminante me dice que no es una distancia larga.

Cuatro y media de la mañana y ya voy caminando, un sonido en un terreno cercano me pone alerta, cuando caminas por las calles oscuras te vuelves asustadizo como venado, volteo a ver y entre la penumbra una pequeña criatura camina por entre el monte, no logro distinguir qué es pero me ayuda a recordar que las calles ya no son seguras.

Mientras camino pienso, yo no sé ustedes pero eso de pensar, la introspección a veces se me hace tediosa, pesada, me abruma, me gustaría no pensar, caminar como muerto viviente y nada más.

El primer ser humano que me topo es un señor en su triciclo, se dedica a recoger latas y cualquier cosa que le compren las recuperadoras de aluminio, mientras avanzo vuelvo a pensar, miro el terreno en el que pronto habrá un edificio y luce sucio, botellas de plástico por doquier, en ocasiones me da por querer ser pepenador de botellas de plástico, hay miles por la ciudad, somos inconscientes las tiramos por todos lados sin importarnos.

En mi andar paso por una tienda de llantas, luces de colores llaman mi atención, adivino que es un pequeño altar, es probable que en el haya una virgen de Guadalupe o un San Judas, me hace recordar unas líneas de la canción "El Boxeador" de Enrique Bunbury: "la virgen de Guadalupe, te protejerá"; él se tatuó una en el antebrazo, hasta el aragonés se volvió guadalupano.

Entre más camino más pienso, siempre he dicho que si me pagaran por pensar otro gallo me cantaría, entonces observo lo que hay a mi alrededor y me gusta pensar que Villahermosa no es tan mala, eso me recuerda un chiste que me imagino que dependiendo del lugar cambia: lo malo de Tabasco son los Tabasqueños, yo lo soy, no soy tan malo.

Camino y camino, pienso y pienso, ¿realmente uno no progresa por flojo?, en lo personal tengo trabajo, no gano mal, me hace sentir miserable nada más, y no lo dejo porque tengo responsabilidades económicas ineludibles, eso no me pesa, lo que realmente me aniquila es que ya no me alcanza, llevo casi un año buscando un trabajo de medio tiempo, no lo encuentro, muchos pensarán que eso me pasa por no estudiar, imaginen la sonrisa irónica que se dibuja en mi cara, tengo un título universitario, tardé en tramitarlo porque en mi trabajo no es muy necesario, pero lo tengo, soy Licenciado en Comunicación, y lo volvería a ser y a hacer, considero que soy bueno, o no tan malo, tengo experiencia, hay gente que lo sabe, te dicen que "si la armas", pero nadie te paga por lo que sabes hacer y tampoco te emplea, otros que no comparten tu profesión menosprecian tus habilidades, solo eres bueno cuando te usan para algo que les conviene.

En otros países si se puede tener más de un empleo, aunque termines como el tipo de la película de Pedro Infante y Luis Aguilar, el esposo de la casera de los departamentos donde viven, ese que en las escenas llega corriendo gritando "ya vine vieja" se cambia de ropa para ir a su otro trabajo y se despide gritando "ya me voy vieja".

Yo creo que si me buscan en internet encontrarán algo sobre mí solo tienen que teclear Eduardo Vargas Carrillo, Lalo Ravenloft o Vida de Ronin y me encontrarán, me he dado de alta en cada sitio que oferta trabajo para Villahermosa y solo he conseguido una entrevista, según querían un guionista pero lo que en realidad buscaban era un corrector de estilo, me preguntaron qué tal andaba en ortografía y les dije que muy mal, pero redactando me defendía muy bien, posiblemente eso me condenó y el hecho que solo les podía trabajar de cuatro de la tarde a doce de la noche; me postulé para un puesto de vendedor en una tienda deportiva y no me llamaron, todas las ofertas de trabajo son de tiempo completo, te piden ser el empleado perfecto y pagan una miseria.

Mi ruta me hace pasar por el Parque Tomás Garrido, hace unos días corría por ahí y vi a un hermano indocumentado pidiendo dinero en el semáforo para continuar su viaje a los Estados Unidos, él al igual que muchos más busca una mejor vida en un país que ha sido levantado por migrantes, un país en que si quieres y puedes trabajar sin parar te da trabajo, lograr el sueño americano, yo también lo he considerado.

Se escucha actividad en el parque, los amigos de limpia barren las hojas, ya hay corredores calentando, los observo a lo lejos porque voy de paso, al otro lado, a lo lejos también, miro a la mujer ceiba, su escultura hizo que se nos ocurriera un proyecto en video, pronto verá la luz.

Miro el reloj y faltan quince minutos para las cinco de la mañana, llevo buen tiempo, estoy pasando el Parque de los Guacamayos, en el semáforo un vochito parece haberse descompuesto, mi padre tuvo uno, yo aún me gustaría tener uno, a muchos no les parece funcional, pero cuando vives al día, sin coche, una de duda de millón y medio y un embargo un vocho es un coche de lujo.

A la altura de la gasolinera Orsan de Paseo Tabasco hay un Oxxo y de ahí un hospital, hace muchos años allí estaba el café Alegro, creo que así se llamaba, en una ocasión con los amigos de la universidad nos metimos a tomar un cafecito, son buenos recuerdos, y hablando de recuerdos pienso en cómo con los años algunos nos volvemos nostálgicos, cuando somos jóvenes queremos comernos el mundo y despreciamos nuestros ranchitos, nuestros pueblitos, nuestras pequeñas ciudades y cuando crecemos y maduramos valoramos más esos lugares porque nos evocan recuerdos, algunos malos y otros buenos, como el que llega a mi mente mientras camino por 27 de febrero, allí renté un cuarto con la Jekka Ortíz Oramas, casi nunca nos veíamos, supongo que cada quien tenía cosas en qué pensar, demonios que domar, heridas que sanar, poemas que escribir, canciones por cantar y lágrimas por derramar, me sirvió mucho la soledad de ese lugar para estimular mi creatividad.

Siguiendo 27 de febrero paso por la secundaria Concha Linares; cuando llevé la materia de estrategia multimedia implementamos un programa de lectura, nos dieron dos grupos del turno vespertino, parecía ser que a propósito nos pusieron al frente de los dos peores grupos de la tarde, los chavitos totalmente desubicaos, con problemas en casa, parecía película gringa, fue un reto, a mí me tocaba hablar con ellos para que iniciaran su gusto por la lectura, allí recuerdo haber llevado algunos libros para platicarles sobre ellos y el que más les llamó la atención fue uno de Homero Aridjis llamado "Santa Muerte" de editorial Alfaguara, hasta me lo pidieron prestado, había buenos elementos.

La experiencia frente al grupo me ha hecho pensar en la docencia, pero siento que no poseo nada que pueda enseñar, sería un buen trabajo, tuve excelentes profesores que ahora son buenos amigos, tal vez algún día me dediqué a eso.

Son las cinco y siento que voy tarde, no me falta mucho, estoy cerca, paso estoy en la bajada de 27 de febrero en dirección al Instituto Juárez, miro un triciclo de un vendedor de aguas frescas, este se encuentra tumbado sobre una jardinera con una gorra en el rostro junto a otro compañero ataviado con un impermeable amarillo que también duerme, estuve tentado a fotografiarlos y subir la imagen a las redes con un pie de foto que dijera "a qué le tiras cuando sueñas mexicano" no sé si esa letra es de Chava Flores, decidí no hacerlo traía prisa.

Las cinco de la mañana con diez minutos y llego al registro civil, ya hay diez personas esperando, solo se reparten 200 fichas para trámites locales y 25 para foráneos, doy los buenos días y me formo, no sé qué aventuras pase hoy aquí, pero si es interesante y me acuerdo, se los contaré, solo si tienen tiempo para leer.


viernes, febrero 05, 2016

MERCENARIAS DE AFRODITA I

 "¿Qué le hubiera gustado ser si no hubiera sido escritor? 
-Me hubiera gustado ser detective de homicidios, mucho más que ser escritor. 
De eso estoy absolutamente seguro. 
Un tira de homicidios, alguien que puede volver solo,
 de noche, a la escena del crimen, y no asustarse de los fantasmas".
-Roberto Bolaño, escritor y poeta chileno



I
El lugar era un caos, mesas y sillas tiradas por todos lados, gente corriendo como loca, y quien no, los disparos venían de ambas direcciones y el desafortunado intento de héroe se encuentra herido detrás de la barra del bar.

- Rayos, no pensé que ser un detective fuese tan difícil, estoy sangrando demasiado, si salgo bien librado de esta me dedicare de lleno mis relatos, ahora estoy entre fuego cruzado, siempre imaginé que mi muerte sería algo fuera de lo común pero esto es demasiado, no le veo el honor a morir en un bar como este, pero es mi culpa, todo comenzó con ese maldito libro, mi favorito por cierto, pero que imbécil soy, lo aborrezco y sin embargo digo que es mi favorito, es ese sentimiento amor-odio que nos embarga pero que le puedo hacer, no conocía la novela policíaca mexicana y gracias  a ese libro me adentré en su mundo, demasiado tal vez, lo recuerdo bien, fui de compras a la plaza y al pasar por el estante de libros lo vi, viejo y olvidado, sin embargo la portada llamaba mi atención, un luchador –de lucha libre, porque también hay luchadores por la vida-  sobre un ring,  lo tome para leer la sinopsis, me hablaba de un tal Belascoarán  o algo así, lo compré por curiosidad, además de que estaba barato, llegue a mi casa y lo leí en 5 horas, quedé fascinado, ser un detective como el del libro seria mi nuevo alucine, me identifiqué con el personaje, aunque él era más viejo y con más camino recorrido que yo, pero aun así lo hice, busqué entre mis cosas un viejo folleto de un instituto de esos en donde uno toma clases por correspondencia y me inscribí en el de detective privado, pero no envié el dinero así que me amolé, eso no me detuvo, me chute otro libro del mismo autor  que por cierto me gusto más que el primero, y ¡moles!, me terminé de convencer que el rollo de los detectives era lo mío, al cabo que Dick Tracy siempre me cayó bien, sin olvidar su atuendo, tome unas merecidas vacaciones y le dije a mi editor que se olvidara de mi por un mes, le dejé encargada mi revista y el programa de radio.

Fui al banco para hacerme de un poco de efectivo, corrí presuroso a una tienda de sombreros y busque uno igual al de Tracy pero en un color menos llamativo, compre dos, uno negro y otro color caqui, de ahí pase a una boutique para escoger un par de gabardinas que combinaran con mis sombreros, pero opté por guayaberas, tenía que tropicalizar mi atuendo,  fue genial realmente quería ser un detective, pedí algunos favores para poder conseguir un permiso de armas y el arma por supuesto, primero pensé en un revolver algo clásico, pero luego recordé que la delincuencia organizada no se anda con pendejadas y decidí conseguir algo más moderno.

En mi condenada vida había disparado un arma de fuego, lo más cercano habían sido las pistolas de juguete en mi infancia esas que vendían en los puestos ambulantes como réplicas de armas del llanero solitario, o qué decir de las famosas pistolitas tamaño llavero de “chinanpinas”, ya más para acá las pistolas chinas que vendían los ambulantes que viajaban con las “ferias” de pueblo donde las balas eran pequeñas pelotitas de plástico del tamaño de un chícharo que a corta distancia no hacían mucho daño pero con unos metros de por medio ganaban buena velocidad y pegaban duro.

 Tenía que practicar tiro así que le pedí a un amigo fanático de las armas que me instruyera en el campo de tiro al que llegaba para acostumbrarme al arma y aprender algunas mañas, después le llamé a mi amigo César Rojas, experto en Muay Thai, Lima Lama y Kick Boxing para pulir algunos movimientos que ya había aprendido durante mis años en la universidad, en fin traté de estar preparado para lo que viniera, recordé que las armas de fuego son letales pero que también nunca estaba de más un buen cuchillo, un bastón telescópico o un buen taser para completar mi equipo.

Luego de una semana de supuesto entrenamiento  regresé a la ciudad y renté una oficinilla de mala muerte en un edificio viejo del centro, de esos que habían visto mejores tiempos pero al que se le vinieron los años encima como una avalancha, tenía más cucarachas que personas viviendo en él pero el precio de la renta era insuperable, mi oficina quedaba en el quinto piso, afortunadamente no fumaba y de vez en cuando salía a correr, de lo contrario no hubiera podido subir todos los días, el ascensor no era una opción tenía años fuera de servicio y el dueño no tenía prisa por repararlo.

Remodelar la oficina no me llevo mucho tiempo, el último inquilino había sido un abogado así que no tuve mucho que comprar, solo retirar el polvo, los huevecillos de cucaracha y reparar la instalación eléctrica del lugar, yo había pensado en una decoración vintage y la mitad del trabajo ya estaba hecho, si bien mi intención era retratar un ambiente como en las películas y parodias de los años 50´s no me puse muy exigente, leí la revista “El Bulbo”, del maestro Bachán,  para poder darme una idea de la ambientación, mandé a hacer una puerta mitad de madera y mitad de cristal esmerilado con una lupa sobre un gran ojo para representar mi supuesta profesión, debajo de esa imagen las siglas D.P., detective privado.

En la oficina, entrando se puede ver un viejo escritorio, una silla ejecutiva reclinable  –siempre quise tener una-, una ventana con persiana americana justo detrás de la silla ejecutiva, con una muy buena vista por cierto, ya que el edificio de enfrente estaba compuesto por departamentos y nunca falta la vecina con cuerpo de tentación y distraída que olvida cerrar las cortinas después de bañarse, que en ese momento no era el caso pero quería que sucediera.

Recostado en mi silla ejecutiva con los pies sobre el escritorio contemplaba mi decorado austero; a mi derecha muy cerca de mí en la esquina, un pequeño frigobar, sobre el mismo una cafetera que servía –además de preparar café- para calentar el agua de mis sopas instantáneas, de ese mismo lado pero a un costado de la puerta una maceta artificial, del lado izquierdo de la puerta un perchero para mi sombrero, pegado a la pared izquierda un sillón como para tres personas lo suficientemente grande como para dormir cuando fuera necesario, en mi flanco izquierdo un viejo archivero institucional metálico de cinco gavetas, un par de sillas para los clientes y un ventilador de techo por aquello del calor, lo realmente malo de la oficina era que el baño se encontraba afuera, pero bueno no se puede todo en la vida.


Recuerdo que haber comprado una cajetilla de cigarros para sentirme más en ambiente y pensándolo bien creo estaba exagerando, llegue a sentirme como aquellos actores parodiados de la películas gringas, los cuales vivían todo un día como el personaje al que iban a interpretar para poder transmitir al público un poco más de realismo, destapé la cajetilla y la costumbre de ver a tantos amigos fumadores me hizo golpearla para bajar el tabaco, tomé un pitillo como le llaman los españoles, y procedí a encenderlo con un cerillo ya que había olvidado comprar un mechero, lo encendí sin problemas, el inconveniente consistía en fumarlo como se debía, mi viejo amigo Leis me dijo alguna vez que el chiste era pasarse el humo, así que lo intente, no corrí con tanta suerte y  vino a mí una sensación realmente aterradora, era como si el pecho se redujera de tamaño evitando que mis pulmones trabajaran, me sentí morir y comencé a toser sin control, los ojos me lloraban y la desesperación de no dejar de toser me incomodaba, fue entonces que una silueta se dibujó en el cristal de la puerta, tocó dos veces y con dificultad le pedí que pasara, aquel repentino ataque de tos hacía que me doblara de tanto que toser, un par de piernas lograron detener mi dolencia, las exploré con la mirada para saber a quién pertenecían, una clienta en potencia, le pedí que se sentara mientras yo me dirigí hacia mi cafetera por una taza de café, pude percibir el perfume de la dama: La Vie Est Belle de Lancome, exquisito no me era extraño, vestía una falda tipo lápiz que le llegaba hasta la rodilla, muy ajustada por cierto y con una abertura en el costado derecho la cual me hacía pensar que en cualquier momento se rasgaría por completo debido a lo  ajustada que estaba, se le dibujaba una escultural figura, y su blusa con los dos primeros botones entre abiertos no dejaban nada a la imaginación, cabello teñido de un color rojizo, ojos verdes y piel blanca.

Tomé un trago de ese delicioso soluble veracruzano solo para aclarar un poco la garganta y así ocultar mi impresión, le ofrecí  pero al parecer no era de su agrado, tomé asiento y la interrogué.

-Dígame señorita, ¿que la trae por aquí?

-Quisiera contratar sus servicios, detective...-hizo una pausa y me miró fijamente.

-Vargas, soy el detective Vargas.- No sé si era porque tenía la ventana abierta, pero aquella mujer me daba escalofríos, su mirada se apreciaba seductora, como si  en cualquier momento fuese a saltar sobre mí, debo confesar que tenía un no sé qué, que qué se yo...

-Recurrí a usted porque –continuó mientras sacaba una fotografía del bolso - quiero que me ayude a  localizar a mi perrita…

En ese momento sentí como todo el ambiente detectivesco que mi alucinada mente había creado se venía  abajo como una torre de cartas de poker, el café frío que tomaba me había quedado un poco cargado, eso ayudó a que no me iniciara una crisis por lo absurdo de la petición de mi potencial cliente.

-          ¡Ayúdeme por favor!, ya no sé ni qué hacer, hubiese colocado carteles o anuncios en los periódicos pero no quiero hacer mucho escándalo, es más, si acepta mi caso quisiera pedirle que guardara toda la discreción posible.

No sabía qué decir, la dama estaba muy misteriosa, se me hacía exagerado que me pidiera tanta discreción para la encomienda que no era nada del otro mundo, me deje caer en  mi sillón reclinable  y subí los pies al escritorio, creo que la dama pudo intuir que no estaba interesado en el caso -comunicación no verbal- seguro capto el mensaje; se puso de pie, puso sus manos sobre el escritorio su blusa dejo asomar un hermoso par de senos que me hipnotizaron de inmediato, cuando reaccioné me tenía prendido de la solapa de la guayabera y su nariz casi podía tocar mí nariz y con  voz  suave me dijo:

- Mire, sé que es algo difícil para detective de su categoría aceptar un caso tan insignificante como este, sé que usted esté acostumbrado a cosas más importantes pero estoy desesperada, tengo algo de prisa y no puedo darle más explicaciones; sin embargo  tal vez podamos hablar esta noche en mi trabajo, le dejo mi tarjeta y le pido que considere mi caso, le pagaré muy bien.


Una vez dicho esto me soltó y caí en mi silla ejecutiva totalmente fulminado por tanta sensualidad, la vi partir no sin antes tratar de beberme todo el aire que había quedado impregnado con su perfume, sentí un cosquilleo en la entrepierna  mientras miraba el vaivén de sus caderas al caminar, tomé la tarjeta que había dejado en el escritorio y deduje que esa muñeca no era precisamente una rica ama de casa con esposo acaudalado, la tarjeta decía “Club Nocturno: Mercenarias de Afrodita”.

Continuará...