sábado, abril 02, 2016

MERCENARIAS DE AFRODITA VII

“Elemental, mi querido Watson”
-Sherlock Holmes en la película: Las aventuras de Sherlock Holmes de 1939



VII

Cualquiera que se precie de tener un poco de cultura general sabrá que al detective más famoso de la historia se le atribuye la frase: “Elemental, mi querido Watson”; sin embargo se comenta que en los textos de sir Arthur Conan Doyle estas cuatro palabras nunca fueron enunciadas, por lo menos no seguidas, por el gran Sherlock Holmes, se cuenta que en las novelas Holmes si suele decir “elemental” y “mi querido Watson” pero no en la misma oración y siempre en diferentes ocasiones, nunca juntas.

Un dato revela que la primera ocasión en que aparace la frase: “Elemental, mi querido Watson”, fue en una película del año 1939, titulada “Las aventuras de Sherlock Holmes” siendo a partir de ese momento que se populariza y se retoma en obras y largometrajes -hechos por nuevos escritores- ya que para la fecha de aquella película ya habían pasado nueve años de la muerte del autor por lo que no pudo haber sido él quien la acuñara de esa manera.

Aún así me atrevía a usar la frase para mí mismo al crear mis conjeturas sobre mi clienta y ese bendito collar, me senté en frente al escritorio con una humeante taza de café en mis manos y trataba de hacer a un lado la noche de pasión que habíamos tenido así como la “despedida matutina” que me había dado, ¿quién diablos me estaba creyendo que era?, ¿a qué diablos estaba jugando?, bueno eso sí lo sabía, jugaba al detective, era el momento justo de tomar la decisión de seguir adelante o abandonar aquella simulación, al parecer estaba jugando con fuego, jugando con el diablo, siempre pensé que el diablo era mujer y lo estaba comprobando, se decía que muchos de los grandes conflictos de la historia habían sido provocados por una mujer, ahora lo creía, no podía decirse que cuando había iniciado este asunto de los detectives me estuviese autonombrando súper héroe, y lo digo porque retomando el título de un capítulo de la novela de Paco Ignacio Taibo II: “Doña Esutolia blandió el cuchillo cebollero: historias del sindicalismo mexicano”, me encontraba “cogiendo con el enemigo”, pero supongo que estaba en una situación similar a la de los abogados quienes tienen que trabajar para sus clientes aunque sepan que estos son unos delincuentes en potencia.

Era obvio que este engendro del mal -con tetas- se había robado el maldito collar, jugando se lo puso a la perra y esta salió a la calle en un descuido, el asunto que quedaba pendiente era saber a quién y cómo se lo había robado y qué pretendía hacer con una pieza tan cara, nada fácil de vender, no era de esas cosas que se podían vender en internet, y era precisamente el internet quien me daría las respuestas que necesitaba.

Desde que me había metido a jugar al detective había dejado de lado mi smartphone, tableta y computadora portátil, quería encarnar un personaje más “clásico”, sin embargo tendría que reforzar mis debilidades como detective usando la tecnología a mi favor, Bruce Wayne lo hacía así que haría lo propio, no por nada uno de sus más poderosos rivales le apodaba “detective”.

Una de las ventajas de vivir en una era digital es que existen muchos ojos y oídos en las calles, ya casi nada escapa a la lente de las personas, tenemos “ojos” en todas partes, no puedo decir que en la ciudad se esté al nivel de otras ciudades del mundo donde antes de hacer cualquier indagatoria revisan los videos de seguridad si es que había alguna cámara cerca de los hechos ocurridos, llámese asalto, accidente u otro disturbio, así que lo primero que hice fue buscar las notas en los diarios sobre el tema, para mi sorpresa encontré varias notas sobre el asunto pero todo había ocurrido en Japón, cómo demonios había llegado un objeto así a un lugar como nuestra ciudad si estábamos en el culo del mundo, al parecer se trataba del collar mas caro según los libros de los record guinness, lei que se trataba de un collar hecho de nueve diamantes blancos de 230 quilates cada uno y un diamante amarillo de 407 quilates el cual fue encontrado por una niña en un basurero en el Congo hacía 34 años.

La cosa no pintaba bien, tenía que hablar con Amalia para que me aclarara todo, algo me decía que no le quedaba mucho tiempo de vida así que pensé en ir al único lugar que conocía para poder dar con ella: el Club Olimpo.

No podía ir a meterme al club así como si nada, planeaba sacar a Amalia de allí a como fuera lugar, si llegaba a plena luz del día estaría a merced de lo que pasara sin que nadie me ayudara, esperaría la noche a que estuviera concurrido para poder pasa un poco desapercibido, me senté el resto del día a pensar a en un plan, y no se me ocurrió nada, tendría que hacer lo que hacía cuando llegaba al programa de radio sin un tema para la emisión: improvisar.

Llegó la hora, me puse el chaleco que había comprado en internet, el taser, el bastón telescópico, el arma, el cuchillo y algunos cargadores, el corazón me latía a mil por hora, me temblaban las manos y las piernas, los brazos los sentía sin fuerzas como si mis músculos no existieran, sabía que era posible no salir vivo de aquel asunto, no estaba preparado para morir, siempre había pensado que en realidad no se le tenía miedo a la muerte sino a la forma en que uno puede morir, aunque a veces me asaltaba ese maldito pensamiento ególatra y egoísta de: “¿qué va a hacer el mundo sin mi?”, me visualizaba dentro de mi féretro mirando su interior blanco sin permitirme saber qué era lo que pasaba afuera, me costaba trabajo el poder aceptar que una vez muerto la vida continuaría como si nada, y me golpeaba la idea de que la vida era un suspiro, odiaba el pensar que nos damos cuenta demasiado tarde de que desperdiciamos nuestros días preocupandonos por estupideces, odiando al prójimo, deseando cosas materiales, coleccionando miedos, desperdiciando oportunidades, encerrandonos en nosotros mismos, en fin el miedo me calaba hasta los huesos, finalmente respiré profundo, hice mi ritual de programación neurolingüística exprés el cual hacía cuando me tocaba hablar en público y como un mantra repetí en mi cabeza una y otra vez: “todo va a salir bien, eres la verga, todo va a salir bien, todo va a salir bien...”

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