DIBUJO: BRACKETS / LALO VARGAS |
"Para el Cab"
Soledad terminó la secundaria y debía estudiar la prepa, su abuela la inscribió a una escuela privada gracias a un fideicomiso que sus padres habían dejado a su nombre y que se activó después de la muerte de ambos en un accidente automovilístico.
Al no tener más parientes cercanos Soledad tuvo que irse a vivir con su abuela, una anciana a la que nunca frecuentaban vestía siempre de negro, el color del luto desde que su esposo había fallecido era una mujer rara no solo por su vestimenta, olía extraño, como hiervas y en su casa había una habitación a la que soledad tenía prohibido entrar.
No eran nada cercanas, Soledad y su abuela Rosa, doña rosa era la mamá de la madre de Soledad, pero la relación entre ambas se había fracturado tiempo atrás, todo porque Guadalupe, la madre de Soledad, no había querido seguir la tradición familiar de doña Rosa; ciertas artes mágicas, eso escuchó alguna vez Soledad cuando tenía 7 años, en ese momento le parecieron asombrosas esas declaraciones, pero a sus 16 años había cambiado de opinión, ahora pensaba que solo eran puros cuentos.
La escuela privada a la que asistía Soledad no le gustaba, el ambiente era muy pesado, adolescentes petulantes presumiendo celulares, tabletas, computadoras, peinados y maquillajes caros, Soledad sentía que no encajaba, y no era para menos, al ser “la nueva” y no provenir de familia de abolengo y acomodada comenzó a ser víctima de acoso y burlas por parte de los demás estudiantes, en especial de una joven llamada Eris, rubia, alta, ojos verdes, nariz operada y con un reciente tratamiento en proceso de brackets para perfeccionar su belleza.
Soledad renegaba de su propia belleza, su cabello era largo y negro, ojos cafés, cuerpo robusto, pero con forma, así le decía su mamá, sin embargo, Soledad no veía lo mismo que su madre y eso la acomplejaba, lloraba al recordar a su mamá, le hacía mucha falta.
Un día en plena clase Eris masticaba un chicle de manera ruidosa cosa que molestó al profesor en turno, desinteresada por aprender la rubia se sentaba hasta el final del salón, en la fila del centro mientras que Soledad se sentaba en la primera fila, cerca de la pared, cerca de la puerta y frente a ella a menos de un metro se encontraba el cesto de la basura. El profesor recriminó a Eris su manera de masticar el chicle y le pidió que lo desechara en la basura, visiblemente molesta la chica se puso de pie en su lugar, sacó la goma de marcar de su boca, miró hacia el cesto de basura y como si fuese a cobrar un tiro en el basquetbol apuntó al cesto de basura, arrojó la masa de chicle y esta en lugar de caer en la basura cayó sobre el cabello de Soledad ocasionando una estruendosa risa entre la clase, Soledad quedó petrificada puesto que uno de los compañeros de clase llegó y le aplastó la goma haciendo que se pegara aún más en su cabello que le llegaba a la cintura, el chicle le había caído por debajo de los hombros en la espalda, los perpetradores fueron enviados a la dirección, la víctima se retiró ese día a su casa con lágrimas en los ojos.
Estando en casa la abuela Rosa escuchó el sollozo de su nieta, entró al cuarto de esta y la miró abrazada a una almohada tirada en la cama boca abajo, cuando entró a consolarla miró lo que había ocurrido, inmediatamente fue a la cocina en busca de hielos y aceite para retirar el chicle del cabello de su nieta y evitar que la cosa empeora. Soledad le contó a su abuela lo sucedido, esta le pidió prudencia y paciencia ya que según sus palabras era cuestión de tiempo para que hiciera amigos y todo quedara como una broma pesada, además lo ocurrido tenía solución, Soledad no estaba de acuerdo, pese a lo dicho por su abuela buscaría la manera de desquitarse.
Ese fin de semana, mientras Soledad ayudaba a su abuela con los quehaceres de la casa escuchó a lo lejos que doña Rosa le anunciaba que tenía que salir un momento al mercado y que le encargaba terminara el aseo por ella, Soledad le gritó que no había problema y escuchó la puerta principal cerrarse, inmediatamente supo que era su oportunidad de entrar a la habitación prohibida, tenía tiempo queriendo hacerlo pero no se había presentado la oportunidad, “el crimen perfecto” pensó Soledad.
La puerta de la habitación no tenía puesto ningún seguro, rechinó un poco cuando abrió, afortunadamente no había nadie más en la casa, de entrada llamó su atención que había luces tenues pero que oscilaban en su luz, inmediatamente vio que se trataba de veladoras, había pequeñas palanganas con flores, también se percibían fragancias que no le eran familiares, sahumerios de barro, imágenes de santos, rosarios, fotos de gente que no conocía, tanto en el piso como en un altar puesto en una gran mesa sobre la cual se encontraban un par de libros, uno de ellos lo identificó inmediatamente como una biblia, el otro no le era familiar, estaba abierto casi a la mitad por lo que decidió cerrarlo para ver el título que tenía en la portada, entonces miró escrito con grandes letras doradas en un fondo de piel rojiza la palabra HECHIZOS, los ojos de Soledad se abrieron como platos, hojeó el libro rápidamente y al pasar de las hojas pudo ver dibujos, diagramas, tablas, símbolos incomprensibles hasta que un ruido la asustó y dejó caer el libro mientras volteaba a ver a sus espaldas temiendo que la abuela la hubiera descubierto, una vez que se cercioró que no era su abuela se dispuso a levantar el libro y para su sorpresa había caído abierto en una página con un hechizo que decía: “para tomar venganza”, sin pensarlo mucho arrancó la hoja lo más al ras de donde nacía la página y regresó el libro a la mesa donde lo había encontrado, dio la vuelta y salió de la habitación para terminar la limpieza antes de que su abuela llegara.
La tarde transcurrió sin novedad alguna y por la noche Soledad se dispuso a leer la página que había arrancado del libro de hechizos, era su oportunidad de vengarse de Eris, la haría arrepentirse de haberse metido con ella, más que un hechizo parecía una receta de cocina, le recordaba a los jugos que su mamá tomaba por las mañanas, algunos otros “ingredientes” no los entendía, pero era seguro que la abuela tendría alguna de esas cosas en su habitación prohibida, esperó a la media noche con la intención de escabullirse en el cuarto “prohibido” de la abuela para buscar los “ingredientes” que faltaban y así crear la fórmula de su venganza.
A medianoche Soledad, descalza, sigilosa dejó su habitación para ir a buscar lo que necesitaba, cualquier ruido que escuchaba le aceleraba el corazón, si la abuela la descubría no sabía qué podía pasar y tampoco quería averiguarlo, abrió la puerta del cuarto prohibido muy lentamente pero algo la hizo detenerse de golpe, escuchó que alguien hablaba, se asomó y vio a su abuela hincada frente al gran altar mientras fumaba un gran habano de cuyo humo se formó una silueta, parecía una especie de hombre cuyos ojos brillaban como la braza del habano, por un momento la aparición volteó a ver en dirección a Soledad que asustada ahogó un grito tapándose la boca mientras cerraba la puerta lentamente para después correr a su habitación.
Momentos después Soledad escuchó que alguien abría la puerta de su habitación, temerosa y tapada de pies a cabeza se quedó inmóvil, percibió un olor a hierbas y supo que se trataba de su abuela, trató de moverse hasta que escuchó que la anciana se retiró de la habitación, Soledad respiró aliviada, intentaría ir por lo que necesitaba en la madrugada.
No había salido el sol y Soledad ya estaba en el cuarto prohibido buscando lo que necesitaba, miró en el altar un plato con el habano que había estado fumando la abuela esa noche y recordó la figura de aquel ente de humo que la había mirado con ojos de fuego, sacudió su cabeza como intentando sacar esa visión de su mente y continuó su búsqueda. Descubrió un mueble que tenía muchos frascos con polvos, líquidos y plantas; para su suerte todo tenía etiquetas, tomó lo que necesitaba y salió lo más rápido posible, ese lugar le daba escalofríos y no era para menos, detrás de una de las cortinas la abuela observaba con una sonrisa de complicidad en sus labios.
Era domingo, la abuela acostumbraba a ir a la iglesia y cuando Soledad despertó la llamó fuertemente para verificar si se encontraba en casa, al no tener respuesta supo que estaba sola en casa, pensó que la suerte le acompañaba así que se dispuso a preparar “el jugo de la venganza”, lo más fácil fue mezclar las cosas, todo lo puso en la licuadora y estivo rápido, ahora tendía que hacer algunas oraciones en la noche para activar el brebaje y así lo hizo.
El lunes en la mañana la desvelada le estaba cobrando factura, no se sentía muy bien, le dolía la cabeza y las ojeras delataban la falta de sueño, pero debía ir a la escuela, no había pasado por tanto trabajo para nada así que había que dar el ultimo empujón, ya habría tiempo para dormir después así que tomó un jugo de los que había visto tomar a Eris, un jugo de naranja orgánico que venía en una cajita, se las había ingeniado para sustraer la mayor parte del jugo con una jeringa y agregar el brebaje en su lugar posteriormente había sellado el orificio con cinta transparente justo por debajo de donde venía el pequeño popote pegado a la caja del jugo, Soledad se sentía orgullosa de su creación, ahora tenía que hacer que Eris se lo tomara.
Soledad conocía la rutina de Eris, una vez que llegaba al salón de clases dejaba su mochila en el aula y después salía al patio a viborear con sus compañeras por lo que ese sería en momento perfecto para hacer el intercambio del jugo, y así fue, todo estaba saliendo según lo planeado.
Todo ese día Soledad no le quitó la vista de encima a Eris, la siguió a distancia entre clase y clase esperando el momento de presenciar el momento exacto en que “Blanca Nieves” mordiera la manzana embrujada, y justo estaba pensando eso cuando algo la hizo reaccionar, había sido tanta su rabia por lo que le habían hecho que no se puso a pensar si la pócima preparada podía ocasionar la muerte, entonces se arrepintió y quiso dar marcha atrás a su plan, Soledad estaba sumergida en sus pensamientos pero el timbre que anunciaba el receso de clases la regresó a la realidad, a su lado pasó toda la clase y pudo observar que Eris llevaba consigo el jugo, Soledad aun sentada en su silla tomó el brazo de Eris y sin pensarlo le pidió si le podía regalar su jugo, pero la soberbia de Eris era tal que no solo se lo negó sino que le echó en cara que era una muerta de hambre que no tenía ni para un jugo y se alejó riendo a carcajadas, entonces Soledad decidió no insistir, la suerte estaba echada.
Las clases terminaron y Soledad regresó a casa todavía con mucho sueño por lo que ni siquiera comió, su abuela la llegó a ver a su cuarto, pero notó que su nieta se encontraba exhausta por lo que la dejó dormir hasta el día siguiente.
El martes, mas descansada Soledad fue a la escuela. La clase inició, pero en el pase de lista notó la ausencia de Eris, entonces sintió una opresión en el pecho, el miedo y la culpa se apoderaron de ella, sudaba frio, ¿acaso la poción había sido venenosa?, necesita saber qué había pasado con Eris, la duda comenzó a atormentarla.
Durante el receso se acercó a los amigos de Eris para preguntar por ella pero fieles a su arrogancia no quisieron decirle nada a Soledad, el resto del día fue un infierno para ella, tuvo que ir a la dirección a preguntar si sabían algo sobre su compañera porque estaba muy preocupada por ella, la secretaria, una señora agradable elogió la actitud de Soledad y le dijo que sus padres la habían reportado enferma, se atrevió a pedir la dirección de Eris “para ir a visitarla”, y la secretaria accedió a proporcionársela si quedaba entre ellas dos, cosa que Soledad aceptó sin dudar.
Saliendo de la escuela Soledad se dirigió a casa de Eris sin importar que la abuela pudiera castigarla por no llegar a casa temprano. El residencial en el cual vivía Eris quedaba muy lejos y la seguridad era exagerada pero solo con identificarse Soledad pudo entrar, es más la llevaron en un carrito de golf hasta la casa y el guardia dijo que la esperaría hasta que terminara su visita.
Tocó el timbre de la casa y la puerta fue abierta por una chica de camisa manga larga y falda negra, zapatillas negras y peinado de cebolla, Soledad se presentó mencionó que estaba allí para visitar a su amiga enferma, sin embargo, la chica le indicó a Soledad que la señorita Eris no estaba en casa y había sido llevada a un hospital y no sabía cuándo regresaría. Soledad quedó petrificada, la chica le dijo algo más, pero Soledad solo dio la vuelta y regresó con el guardia de seguridad hasta la salida del residencial.
Soledad llegó de noche a su casa, la abuela estaba decidida a castigarla, pero al ver el semblante de su nieta solo se limitó a recriminarle que no había avisado que llegaría tarde, cabizbaja Soledad pidió disculpas y enfiló a su recámara sin mediar más palabras con su abuela, se sentía muy mal, tan pronto su cabeza tocó la almohada se quedó dormida.
La calma de la noche se vio interrumpida por una fuerte tormenta, la lluvia caía con violencia y las ventanas de la recámara de Soledad comenzaron a golpear con fuerza, el ruido despertó a la joven que frotándose los ojos veía las sombras de los árboles filtrándose por la ventana de su habitación asemejando criaturas monstruosas que desaparecían con los relámpagos, intentó encender la luz pero fue inútil, al parecer había un apagón así que solo se paró a cerrar la ventana para evitar que siguiera azotándose y que agua entrara, inmediatamente regresó a la cama para seguir durmiendo.
Soledad volvió a dormir pero afuera la tormenta continuaba con más violencia, el viento se filtraba por las hendiduras de las ventanas generando una especie de aullido que despertó a la joven, desde su cama le pareció ver que algo se movía, su habitación se encontraba en la planta alta de la casa, y sin embargo la silueta que se movía en su ventana de manera ondulante no le parecía que fuera de alguno de los árboles que colindaban con la casa de su abuela, entrecerrando los ojos para poder ver mejor se acercó lentamente hasta la ventana y cuando vino un relámpago lo que sus ojos vieron fue impactante, se trataba de una especie de tentáculos enormes de color rojizo que serpenteaban por los aires, la impresión hizo que Soledad callera sentada y cuando la oscuridad volvió a la habitación se escuchó como estallaron los cristales de la ventana, la creatura había entrado a la habitación, vino otro destello de luz y las sorpresas no terminaban, Soledad esperaba ver un pulpo gigante pero en su lugar quien estaba frente a ella era Eris, vestía una bata blanca de hospital, cabello suelto mojado, ojos totalmente negros, descalza goteando agua de lluvia, lanzó un chirrido amenazante a manera de grito contra Soledad, abrió la boca y dejó salir aquellos amenazantes tentáculos que por obra dela casualidad no alcanzaron a golpear a Soledad pero si despedazaron su cama, en ese momento se resignó a morir, sabía que en la siguiente embestida no podría escapar, cerró los ojos y esperó la muerte a manos de Eris, la única culpable de todo aquello era ella misma por haber intentado vengarse con aquella poción sin medir las consecuencias, justo estaba esperando el final cuando alguien irrumpió en la habitación, se trataba de la abuela llevaba un habano en la mano al cual dio una fuerte calada para después dejar salir un espeso humo blanco que tomó la forma de un gran ser de ojos de braza que se deslizó hasta Eris y una vez frente a ella retomó su forma de humo y se introdujo por la boca de la chica haciendo que esta convulsionara mientras miraba hacia el techo dela habitación, luces rojizas emanaron de Eris que segundos mas tarde expulsó de su cuerpo el mismo humo pero ahora de color negro para acumularse en la habitación, formar una nube y luego estallar creando una lluvia de cenizas.
Un silencio se apoderó del lugar, la tormenta había terminado, tanto afuera como dentro de la habitación, la abuela se acercó a abrazar a su nieta, Soledad lloraba sin parar, la abuela intentaba consolarla, su nieta no paraba de repetir que todo había sido su culpa por querer vengarse de Eris y que ahora ella estaba muerta. La abuela le dijo que estaba equivocada, que la chica no estaba muerta, que a lo mucho lo que necesitaba era descansar, le pidió a soledad la ayudara a llevarla a otra habitación para que se repusiera.
Un par de horas después Soledad ya estaba limpiando con su abuela los destrozos de su cuarto, la abuela le contó a Soledad que precisamente su madre temía que algo así ocurriera si continuaba con la tradición en la familia, la hechicería era un arte fascinante pero escondía peligros en su práctica, por eso la madre de Soledad se negó a continuar con el legado y se alejó de ella, la abuela dijo a Soledad que entendía si ella tomaba la misma decisión y que si ese era el caso sería una lastima porque había demostrado que contaba con la habilidad para hacer hechicería. Soledad estaba muy afectada aun por lo vivido esa noche, le dijo a su abuela que no creía que ser hechicera fuera para ella ya que casi le había costado la vida a su compañera de clases, la abuela le dijo que lo importante era que la chica estaba viva y que toda aquella experiencia debía usarla como una enseñanza. Soledad le pidió tiempo a su abuela para pensarlo y la abuela dijo que no la presionaría.
A medio día fueron a ver cómo seguía Eris, apenas estaba despertando, le preguntaron cómo se sentía y dijo que le dolía su mandíbula, Soledad y la abuela se miraron mutuamente como cómplices de una travesura, Eris dijo que posiblemente el dolor era a causa de los brackets, cuando se los apretaban solían causarle dolor, pero cuando sus dedos buscaban los pequeños fierros notó que no estaban en su lugar y comenzó a llorar alegando que su papá la iba a matar por haberlos perdido todos, Soledad le dijo que no se preocupara que al contrario, que sus padres estarían muy felices de verla, aunque fuese sin sus brackets.
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1 comentario:
Me acordé de una canción que precisamente se llama "soledad" de santa sabina,me encanta imaginar mientras leo,me sentí entre una pelicula de Stephen king y Guillermos toro,Gracias hermano!!!
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