"No hay amor más sincero que el amor a la comida".
- George Bernard Shaw
- George Bernard Shaw
Las personas tenemos una gran variedad de aficiones, en lo personal además de leer y escribir, el cine y la música, la cocina es una más. ¿Pero que podían esperar del hijo de una cocinera?, (y a mucha honra señores). Durante mi infancia mi abuela, mi tía y mi mamá aprovechaban las visitas familiares para poner en práctica todas sus artes culinarias, su comida nunca fue gourmet pero no por eso dejaba de ser sabrosa y engordadora, la pequeña cocina de la casa de “Tecolutilla” siempre estaba llena de mujeres preparando la comida, a mi edad lo único que yo podía hacer era estorbarles, por lo que siempre me corrían de la cocina, o si no, cuando se había que deshebrar la carne de res o de pollo me comía una porción y la otra la dejaba para la comida, lo mismo sucedía con los garbanzos a los cuales había que quitarles la capita que los cubre una vez hervidos o cocidos, como quieran decirles.
Eran días divertidos y entretenidos, y aunque mi tía y mi abuela aseguraban que la cocina era solo lugar para las mujeres mis pequeños tours por ese exquisito lugar me volvieron fanático de cocinar mi comida, en realidad no sé hacer gran cosa, es más, mi madre trabajaba en la cocina de un hospital y ahí observe en infinidad de ocasiones lo que se debe y lo que no se debe hacer con la comida, no cocino mucho últimamente, ahora que lo pienso creo que el temor de verme en la cocina provenía de la posibilidad de que me fuese a volver, como le dicen ahora, Gay. Afortunadamente para todos no pasó eso y muy al contrario mis amigas disfrutan el hecho de que un hombre les prepare de vez en cuando algo de comer, así que salí ganando, aún en estos días la prueba de fuego para mí sigue siendo aprender a preparar un buen mole, mi mamá me ha explicado muchas veces, y no es que no aprenda, lo que pasa es que soy muy técnico, le pongo demasiada atención a las medidas y no cocino con el corazón y con amor, un par de ingredientes que no están presentes físicamente en el momento de la elaboración de algún platillo, pero que al final de cuentas se puede percibir en el paladar.
Nunca está de mas experimentar en cuanto a la comida se refiere, tal vez no seamos unos grandes chef´s, pero posiblemente descubramos que aparte de devorar platillos somos buenos preparándolos, solo así entenderemos la satisfacción que siente un cocinero o cocinera y también nuestras madres, cuando nos tomamos la delicadeza de comentarles lo rico que cocinan y lo sabrosa que está su comida, no seamos cabrones, digámosles de vez en cuando, pero no tan seguido, se podrían confiar y ya no cocinarían igual.
Eran días divertidos y entretenidos, y aunque mi tía y mi abuela aseguraban que la cocina era solo lugar para las mujeres mis pequeños tours por ese exquisito lugar me volvieron fanático de cocinar mi comida, en realidad no sé hacer gran cosa, es más, mi madre trabajaba en la cocina de un hospital y ahí observe en infinidad de ocasiones lo que se debe y lo que no se debe hacer con la comida, no cocino mucho últimamente, ahora que lo pienso creo que el temor de verme en la cocina provenía de la posibilidad de que me fuese a volver, como le dicen ahora, Gay. Afortunadamente para todos no pasó eso y muy al contrario mis amigas disfrutan el hecho de que un hombre les prepare de vez en cuando algo de comer, así que salí ganando, aún en estos días la prueba de fuego para mí sigue siendo aprender a preparar un buen mole, mi mamá me ha explicado muchas veces, y no es que no aprenda, lo que pasa es que soy muy técnico, le pongo demasiada atención a las medidas y no cocino con el corazón y con amor, un par de ingredientes que no están presentes físicamente en el momento de la elaboración de algún platillo, pero que al final de cuentas se puede percibir en el paladar.
Nunca está de mas experimentar en cuanto a la comida se refiere, tal vez no seamos unos grandes chef´s, pero posiblemente descubramos que aparte de devorar platillos somos buenos preparándolos, solo así entenderemos la satisfacción que siente un cocinero o cocinera y también nuestras madres, cuando nos tomamos la delicadeza de comentarles lo rico que cocinan y lo sabrosa que está su comida, no seamos cabrones, digámosles de vez en cuando, pero no tan seguido, se podrían confiar y ya no cocinarían igual.
Hasta pronto.
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