lunes, abril 14, 2014

CRÓNICA DE MI PRIMERA RODADA

"Y a rodar, y a rodar, y a rodar 
y a rodar mi vida..." 
-Fito Páez




Tenía tiempo con la idea de usar bicicleta, el problema que le veía era el no poder transportar a la familia cuando saliéramos, pero cuando se independizan por uno u otro motivo de uno, es la oportunidad perfecta para adentrarse en una aventura que para muchos es de locos.

Ciertamente en Tabasco se dice que no tenemos cultura vial, nos la pasamos aventando el coche a peatones, motociclistas, tricicleros y ciclistas por igual, pero también es cierto que somos una entidad en la que la bicicleta ha sido un medio de transporte al alcance de casi todos, sustituyó a los caballos y con el tiempo ha estado siendo reemplazada, las bicis, por las motocicletas.

Compré mi bici entusiasmado sin saber nada del tema, la mía es una bici china que no se me hizo cara y que en la primera oportunidad que tuve le inflé las llantas sin preocuparme por la presión de las mismas, grave error, ya que al no contar con un sistema de suspensión como el que abundan en los modelos de bicis para montaña, mi bicicleta en lugar de traer llantas parecía que tenía piedras circulares haciéndome sentir terrible al momento de manejarla, y si a eso le sumamos que tenía más de 15 años sin subirme a una bici que no fuese estática debo decir que la experiencia no fue agradable.

Recurrí a la lógica, bueno mi lógica, le saqué algo de aire a las llantas para que al liberarlo estas quedaran con una flacidez aceptable que le permitiera al dibujo del neumático rodar más suavemente sobre las superficies que me fuera encontrando.

El primer día que la usé un Taxista me aventó el coche, me dio mucho coraje, pero eso no me iba a desanimar, llegando a pensar que sería bueno traer conmigo un arsenal de piedras para todos esos imbéciles que se les hiciera chistoso tirar lámina a los ciclistas.

Hoy fue mi primer intento de usar la bici como medio de transporte para mis actividades no recreativas, la distancia promedio de mi casa hasta la capital, Villahermosa-Centro, es de 9 km, sin contar la distancia que falta hasta mi centro de trabajo, algunos amigos advirtieron que no lo iba a lograr, debí haber apostado lo contrario.

Salí de mi casa a las 05:00 am, la mañana era fresca, una mochila con lo indispensable, un chaleco color naranja fosforescente con reflejantes  para evitar ser atropellado eran mi único equipo, el inicio de vacaciones de Semana Santa me ayudó ya que había poca afluencia vehicular en la carretera federal, los primeros metros le exigieron rápidamente a mi corazón una dotación de latidos extras para hacer trabajar mis piernas, mi primer obstáculo los perros que iba encontrando a mi paso, los audífonos de mi Ipod minimizaban sus ladridos, rogaba que no se les antojara tirarme unas mordidas porque de ser así hasta ahí llegaría mi aventura, decidí abandonar la comodidad de mi sillín y acelerar el paso para dejar a los canes escandalosos atrás.

Unos metros más adelante sentí en mis rodillas mi segundo error, no ajusté bien la altura del sillín y me estaba pasando factura, no me animaba a detenerme para corregir ese error porque sentía que deteniéndome no podría volver a agarrar el ritmo, seguí pedaleando, el aire era fresco, no sentía más que un par de gotas de sudor en la sien, ni siquiera en la camioneta, que no trae clima, sentía tanto aire fresco, la luna llena me acompañaba durante mi ruta a la ciudad para dejar atrás la villa de donde había salido, pasaba por los últimos vestigios de población para entrar de lleno a la carretera federal, las luces de los autos iluminaban mi trayecto, afortunadamente para mí el carril doble y generoso acotamiento de la carretera Villahermosa-Teapa me permitía rodar con cierto grado de tranquilidad, además de que el chaleco con reflejantes patrocinado por mi hermano me daban algo de tranquilidad, una falsa tranquilidad, porque en realidad tenía miedo, el miedo, así como el dolor, es un mecanismo de defensa natural en los seres vivos, son parte del instinto de supervivencia y nos ayudan a identificar el peligro que nos asecha, a pesar de traer puestos los audífonos el volumen de los mismo no estaba a su máximo, los traía con bajo volumen para sentirme  acompañado por alguien, en mi caso por los Gorillaz, Babasónicos, Los Ratones Paranoicos, Real de Catorce, etc., además con bajo volumen podía escuchar cuando se acercaba un auto, si cuando manejas un coche tienes que poner todos tus sentidos en modo de alerta, cuando se maneja una moto o bici la exigencia es aún mayor.

A medida que avanzaba podía escuchar el rugir de los motores de camiones de carga, era como cuando en las películas un monstro te viene siguiendo y puedes escuchar y sentir su respiración en tu nuca, sin embargo todos me respetaron siguieron su camino sin ningún reclamo por atreverme a rodar por su territorio.

Pedaleaba con un dolorcito en mis piernas, la orilla de la carretera lucía amenazadora, si por algún motivo perdía el equilibrio caería estrepitosamente por esos declives con maleza, basura y cadáveres de perros, gatos y otros animales que no tuvieron suerte al aventurarse, como yo, en la carretera, el olor a muerte es una constante en la serpenteante vía asfaltada, cadáveres de animales muertos perfuman mi trayecto, en el fondo pensaba que si no sobrevivía a mi recorrido mi esencia se uniría a la de todos aquellos animales y personas que tuvieron allí su último respiro.

Con alegría descubrí que por fin estaba entrando a la ciudad, 9 km en 25 minutos, nada mal para un novato, tomé Soriana Guayabal, Cicom y enfilé hacia el CBTiS 32, descubrí que uno de mis pedales fallaba, era el pedal derecho, se estaba saliendo de su lugar, decidí tratar de quitarlo, no pude, proseguí a píe bordeando El Parque la Pólvora, a un costado de El Mercado de la Sierra, seguí por Paseo de la Sierra, intenté pedalear de nuevo, por fin cedió el pedal, se rompió, retomé la caminata, afortunadamente para mi soy rápido caminando y a veces también salgo a correr, llegué hasta lo que antes fue el Reloj de las Tres Caras, hoy solo tiene dos, seguí sobre 27 de Febrero, doblé en Catedral, luego por la Quinta Grijalva, y enfilé hacia mi trabajo, mi bici parecía más bien mi perro y yo su dueño que la paseaba, entonces hice una nota mental, agregar herramientas a mi mochila de bicicletero.



Llegué a mi trabajo a las 06:15 am, había salido a las 05:00 am de mi casa, a más de 9 km fuera de la ciudad y mi entrada real a mis labores es a las 07:00 am, tenía 45 min a favor, tendría que reparar mi pedal si quería regresar a casa en bici, de lo contrario regresaría por ella en un vehículo para llevarla a reparar.

Intentamos reparar el pedal de la bicicleta pero en el primer intento todo fue inútil, la bicicleta la compré en Chedrahüi de Plaza Olmeca y ya estaba armada, nunca sospeché que los genios que armaron la bici enroscaron mal el pedal y lo echaron a perder, y yo lo descubrí hasta que la usé por un tiempo prolongado, la única solución aparente parece ser cambiar el pedal y uno de los brazos que lo sostienen, no sé cuánto tiempo me llevará pero eso interrumpirá mi actividad de rodar por un tiempo considerado, estaba pensando que posiblemente me iba a pasar algo en la bicicleta porque como dicen por ahí, “las cosas pasan por algo”.

Mientras tanto deberé regresar a los trotes matutinos para poder seguir combatiendo los embates de mi glucosa y presión arterial, no descarto retomar el uso de mi bici en breve cuando las cosas me empiecen a salir bien.


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