"Y a rodar, y a rodar, y a rodar
y a rodar mi vida..."
-Fito Páez
Tenía tiempo con la idea de usar
bicicleta, el problema que le veía era el no poder transportar a la familia
cuando saliéramos, pero cuando se independizan por uno u otro motivo de uno, es
la oportunidad perfecta para adentrarse en una aventura que para muchos es de
locos.
Ciertamente en Tabasco se dice
que no tenemos cultura vial, nos la pasamos aventando el coche a peatones,
motociclistas, tricicleros y ciclistas por igual, pero también es cierto que
somos una entidad en la que la bicicleta ha sido un medio de transporte al
alcance de casi todos, sustituyó a los caballos y con el tiempo ha estado
siendo reemplazada, las bicis, por las motocicletas.
Compré mi bici entusiasmado sin
saber nada del tema, la mía es una bici china que no se me hizo cara y que en
la primera oportunidad que tuve le inflé las llantas sin preocuparme por la
presión de las mismas, grave error, ya que al no contar con un sistema de
suspensión como el que abundan en los modelos de bicis para montaña, mi
bicicleta en lugar de traer llantas parecía que tenía piedras circulares
haciéndome sentir terrible al momento de manejarla, y si a eso le sumamos que
tenía más de 15 años sin subirme a una bici que no fuese estática debo decir
que la experiencia no fue agradable.
Recurrí a la lógica, bueno mi
lógica, le saqué algo de aire a las llantas para que al liberarlo estas
quedaran con una flacidez aceptable que le permitiera al dibujo del neumático
rodar más suavemente sobre las superficies que me fuera encontrando.
El primer día que la usé un Taxista me aventó el coche, me dio mucho coraje, pero eso no me iba a
desanimar, llegando a pensar que sería bueno traer conmigo un arsenal de
piedras para todos esos imbéciles que se les hiciera chistoso tirar lámina a
los ciclistas.
Hoy fue mi primer intento de usar
la bici como medio de transporte para mis actividades no recreativas, la distancia
promedio de mi casa hasta la capital, Villahermosa-Centro, es de 9 km, sin
contar la distancia que falta hasta mi centro de trabajo, algunos amigos advirtieron
que no lo iba a lograr, debí haber apostado lo contrario.
Salí de mi casa a las 05:00 am,
la mañana era fresca, una mochila con lo indispensable, un chaleco color
naranja fosforescente con reflejantes para
evitar ser atropellado eran mi único equipo, el inicio de vacaciones de Semana
Santa me ayudó ya que había poca afluencia vehicular en la carretera federal, los
primeros metros le exigieron rápidamente a mi corazón una dotación de latidos
extras para hacer trabajar mis piernas, mi primer obstáculo los perros que iba
encontrando a mi paso, los audífonos de mi Ipod minimizaban sus ladridos,
rogaba que no se les antojara tirarme unas mordidas porque de ser así hasta ahí
llegaría mi aventura, decidí abandonar la comodidad de mi sillín y acelerar el
paso para dejar a los canes escandalosos atrás.
Unos metros más adelante sentí en
mis rodillas mi segundo error, no ajusté bien la altura del sillín y me estaba
pasando factura, no me animaba a detenerme para corregir ese error porque
sentía que deteniéndome no podría volver a agarrar el ritmo, seguí pedaleando,
el aire era fresco, no sentía más que un par de gotas de sudor en la sien, ni
siquiera en la camioneta, que no trae clima, sentía tanto aire fresco, la luna
llena me acompañaba durante mi ruta a la ciudad para dejar atrás la villa de
donde había salido, pasaba por los últimos vestigios de población para entrar
de lleno a la carretera federal, las luces de los autos iluminaban mi trayecto,
afortunadamente para mí el carril doble y generoso acotamiento de la carretera
Villahermosa-Teapa me permitía rodar con cierto grado de tranquilidad, además
de que el chaleco con reflejantes patrocinado por mi hermano me daban algo de
tranquilidad, una falsa tranquilidad, porque en realidad tenía miedo, el miedo, así como el dolor, es un mecanismo de defensa natural en los seres vivos, son
parte del instinto de supervivencia y nos ayudan a identificar el peligro que
nos asecha, a pesar de traer puestos los audífonos el volumen de los mismo no
estaba a su máximo, los traía con bajo volumen para sentirme acompañado por alguien, en mi caso por los
Gorillaz, Babasónicos, Los Ratones Paranoicos, Real de Catorce, etc., además
con bajo volumen podía escuchar cuando se acercaba un auto, si cuando manejas
un coche tienes que poner todos tus sentidos en modo de alerta, cuando se
maneja una moto o bici la exigencia es aún mayor.
A medida que avanzaba podía
escuchar el rugir de los motores de camiones de carga, era como cuando en las
películas un monstro te viene siguiendo y puedes escuchar y sentir su
respiración en tu nuca, sin embargo todos me respetaron siguieron su camino sin
ningún reclamo por atreverme a rodar por su territorio.
Pedaleaba con un dolorcito en mis
piernas, la orilla de la carretera lucía amenazadora, si por algún motivo
perdía el equilibrio caería estrepitosamente por esos declives con maleza,
basura y cadáveres de perros, gatos y otros animales que no tuvieron suerte al
aventurarse, como yo, en la carretera, el olor a muerte es una constante en la
serpenteante vía asfaltada, cadáveres de animales muertos perfuman mi trayecto,
en el fondo pensaba que si no sobrevivía a mi recorrido mi esencia se uniría a
la de todos aquellos animales y personas que tuvieron allí su último respiro.
Con alegría descubrí que por fin
estaba entrando a la ciudad, 9 km en 25 minutos, nada mal para un novato, tomé
Soriana Guayabal, Cicom y enfilé hacia el CBTiS 32, descubrí que uno de mis
pedales fallaba, era el pedal derecho, se estaba saliendo de su lugar, decidí
tratar de quitarlo, no pude, proseguí a píe bordeando El Parque la Pólvora, a
un costado de El Mercado de la Sierra, seguí por Paseo de la Sierra, intenté
pedalear de nuevo, por fin cedió el pedal, se rompió, retomé la caminata, afortunadamente
para mi soy rápido caminando y a veces también salgo a correr, llegué hasta lo
que antes fue el Reloj de las Tres Caras, hoy solo tiene dos, seguí sobre 27 de
Febrero, doblé en Catedral, luego por la Quinta Grijalva, y enfilé hacia mi
trabajo, mi bici parecía más bien mi perro y yo su dueño que la paseaba, entonces
hice una nota mental, agregar herramientas a mi mochila de bicicletero.
Llegué a mi trabajo a las 06:15
am, había salido a las 05:00 am de mi casa, a más de 9 km fuera de la ciudad y
mi entrada real a mis labores es a las 07:00 am, tenía 45 min a favor, tendría
que reparar mi pedal si quería regresar a casa en bici, de lo contrario
regresaría por ella en un vehículo para llevarla a reparar.
Intentamos reparar el pedal de la
bicicleta pero en el primer intento todo fue inútil, la bicicleta la compré en
Chedrahüi de Plaza Olmeca y ya estaba armada, nunca sospeché que los genios que
armaron la bici enroscaron mal el pedal y lo echaron a perder, y yo lo descubrí
hasta que la usé por un tiempo prolongado, la única solución aparente parece
ser cambiar el pedal y uno de los brazos que lo sostienen, no sé cuánto tiempo
me llevará pero eso interrumpirá mi actividad de rodar por un tiempo
considerado, estaba pensando que posiblemente me iba a pasar algo en la
bicicleta porque como dicen por ahí, “las cosas pasan por algo”.
Mientras tanto deberé regresar a
los trotes matutinos para poder seguir combatiendo los embates de mi glucosa y
presión arterial, no descarto retomar el uso de mi bici en breve cuando las
cosas me empiecen a salir bien.
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