Mario era un apasionado de las
motos, pasaba horas mirando fotografías y videos de todo tipo de motocicletas.
Asistía a los festivales de motociclistas con sus botas, pantalón de mezclilla
y su camisa roquera, se divertía a lo grande con los demás bikers. Mario iba
por la vida pregonando el amor por los caballos de acero, esto le preocupaba a
familiares y amigos porque sabían de los peligros a los que están expuestos los
motociclistas en todo momento, temían que Mario, con más entusiasmo que pericia,
sufriera un accidente manejando una moto.
Muchos no lo sabían, pero Mario
tenía en su casa unachamarra especial de motociclista, su casco, su pantalón con
protecciones en caso de caídas y sus guantes. Tenía el equipo completo, solo le
faltaba la moto. El hecho de no tener moto no lo desanimaba, sabía que algún
día tendría la posibilidad de comprarse una, esto le había traído burlas de
algunos otros bikers que habían terminado por apodarle el "sin moto".
Mario no se agüitaba, sabía que algún día llegaría a su meta y los que se
burlaban tendrían que tragarse sus palabras, así que tomó con filosofía ese
apodo y decidió modificarlo para dale estilo así que desde ese momento todo el
mundo lo conocería como el "Sinmot".
"Sinmot" ya se había
ganado su reputación entre la comunidad biker, se negaba a que le enseñaran a
manejar la moto pues decía que solo aprendería en la moto que se comprara,
mientras sus hermanos de afición lo paseaban en los distintos modelos y
cilindradas, no importaba la marca, los unía el amor por las motos.
Cuando se organizaban algunas
rodadas del club Mario, en un vochito del 82, cuidaba a la avanzada de
motociclistas desde la retaguardia para que fueran un poco más seguros, sin
importarle las críticas, mientras manejaba su vocho en esas caravanas, se ponía
su casco y su chamarra de motociclista, cuando lo veían pasar todos sabían que
ahí iba el Sinmot.
Se organizó una rodada para
asistir a un Motofest en otro estado, por supuesto el Sinmot estaba más que
listo para cuidar la caravana desde la retaguardia, todo estaba listo ese día
para emprender el viaje. En el último trayecto del viaje la caravana debía
detenerse porque en la caseta de peaje había muchos carros, fiel a su deber el
Sinmot esperaba al final de la caravana, era medio día y esperar con el casco
puesto y la chamarra lo estaban asfixiando, así que comenzó a quitárselos,
justo había terminado cuando por el retrovisor notó que un camión enorme allá a
la distancia encendía y apagaba sus luces
y tocaba con insistencia el claxon, el Sinmot lo supo de inmediato, ese
camión se había quedado sin frenos y amenazaba con impactar a toda la caravana,
el Sinmot no perdió el tiempo, tenía el carro encendido, le gritó a sus
compañeros que dejaran las motos y se quitarán, metió reversa y aceleró a fondo
hasta un estruendo demoledor desvió la estrepitosa marcha del camión sin
frenos. Hubo un silencio, y después gritos de desesperación, algunos pedían una
ambulancia, los bikers corrieron a lo que había quedado del vocho en el que el
Sinmot, a su manera, había intentado salvarles la vida a sus hermanos. No hubo
nada que hacer, Mario murió instantáneamente por el impacto y su cuerpo yacía
inerte entre los fierros retorcidos de su vocho 82. El Sinmot, nunca tuvo moto,
pero fue el mejor biker que sus compañeros de club habían conocido.