Y ahí estaba, como siempre, tratando de contagiar a otros de
mi preocupación por las cosas locas que ocurren en nuestro México con el
tráfico de influencias, específicamente con el caso expuesto por la revista PROCESO
sobre el tema Cassez (http://www.proceso.com.mx/?p=301542),
cuando apareció de repente y me cuestionó sobre la confiabilidad de la fuente,
me tomó por sorpresa, casi tartamudee al defender la revista PROCESO y a su
fundador Julio Scherer García, pero nuevamente me cuestionaba sobre lo que allí
se escribía, -¡son notarojeros!-, me decía con desprecio, me insinuaba que
estaban vendidos, yo intenté defenderme diciendo que cada publicación manejaba
intereses de índole político pero que no había visto hacia qué partido de
inclinaba el semanario.
-¡Además no solo leo PROCESO, también LA JORNADA, CNN
EXPANSIÓN y a veces hasta REPORTE INDIGO!-, le dije, tratando de hacerle ver
que buscaba otras versiones de la noticia, pero no fui lo suficientemente
certero con mis afirmaciones, ella se había metido a mi conversación y convertido
en la ponente que en ese momento llevaba la batuta, -¡En México así es el
tráfico de influencias, y no puedes hacer nada, estás solo contra esa mafia!.
Me dejó sin palabras, yo no tenía argumentos, más bien no me
atrevía a contradecirla, tal vez ella no se dio cuenta pero juraría que en
algún momento casi se le quebró la voz cuando me contaba de cómo era inútil tratar
de enderezar las cosas porque siempre habría alguien que te metería el pie, me
lo decía ella apasionada, me lo decía ella, la abogada de profesión que
seguramente en alguna etapa de su pasado o presente profesional se había topado
con el muro de “aquí no ha pasado nada” y el clásico “aquí se hace lo que yo
digo”, obstáculos que le golpearon el ideal de querer hacer lo correcto ante
todo, con esto no digo que lo haya abandonado, en la medida de lo posible ha
luchado siempre por lo correcto, y hasta donde su poder le ha permitido ha
aplicado el mandamiento de los que trabajamos haciendo cosas que no siempre nos
parecen éticas, el mandamiento que solo se pudo haber acuñado en México porque
en otra parte no sonaría tan orgullosamente nuestro y apasionado, como grito de
guerra, un mandamiento que reza así : ¡Si no lo ayudas, no lo jodas!
Ya más calmada me dijo: -acuerdate que tienes hija, familia,
tu deber es educar bien a tu hija, no tirar basura en la calle, no pasarte el
alto, pagar tus impuestos, ser feliz con lo que tienes, porque no puedes hacer
más, o te puede pasar algo-, triste pero cierto.
Guardé silencio, ya no pude decir más, por un momento me
avergoncé de ser un soñador idealista, como seguramente lo fue ella, que aún
pensaba que los malos por ser malos serían castigados, sentí indignación por aquellos periodistas que hartos de las
chingaderas que cometen políticos y hombres de negocios arriesgan el pellejo
para darlo a conocer a la opinión pública, sin que los apoyemos, tampoco los
encargados de impartir justicia en
nuestro país que no hacen otra cosa que tomar el periódico o revista donde se
escribe la nota o artículo que denuncia la corrupción, el atropello, la
extorción y el asesinato y llevársela al baño para no gastarse el papel higiénico
de la oficina, porque el que había se lo llevan a su casa para no comprar.
De no tener qué decir pase al “mucho que pensar”, y deduje
que las gentes con buenas intenciones terminan siendo villanos en su afán de
hacer lo que es correcto para ellos, concluí que así nacen los dictadores, los antihéroes,
los vengadores anónimos, los practicantes del ojo por ojo, diente por diente,
los revolucionarios, los locos que alguna vez practicaron el amor al prójimo y
la no violencia y que al verse rebasados por la realidad y la crueldad del
mundo se autonombraron salvadores de quienes no quieren ser salvados.
Yo lo único que decía, antes de que me dijeran cómo
funcionan las cosas en el mundo real, es que me daría mucho miedo, de ser cierto, que gente como la que menciona
el artículo de PROCESO, puede hacer lo que quiera por ser amigo de las personas
adecuadas y que realmente eso no nos importa hasta que somos nosotros los
afectados, ella no me dijo nada que no supiera, pero me aterrizó de nuevo a la
realidad, ciertamente no puedo luchar contra los “malos”, pero me seguiré
informando de sus movimientos, al mismo tiempo que claro, saco la basura, pago
mis impuestos y trato de hacer de mi hija una persona de bien.