Era un vago perdedor de triste figura,
caminaba por las calles como ido,
ropa sucia y manos en los bolsillos,
se paraba en la plaza en un cajón,
y aullaba como lobo una canción.
La gente siempre se arremolinaba,
más por morbo que por oír lo que gritaba,
se burlaban de él sin compasión,
le gritaban ¡que feo cantas!, ¡que fea voz!
el vago-cantante lloraba su dolor.
Fue entonces que lo entendió,
pá la cantada no era buena su pobre voz,
y a la casa del lutier se dirigió,
entregándole una nota un favor pidió,
se alejó tarareando una canción.
Una nota en el periódico informaba,
de manera muy escueta cuenta daba,
de la muerte del vago-cantante por suicidio,
en el cajón de la plaza donde cantaba,
llamas de velas al viento se ondulaban.
el vago-cantante se encontraba en el olvido,
pero un desconocido al cajón de la plaza llegaba,
y con una guitarra curiosa se acompañaba,
el aire se había enrarecido.
Por el mástil en cada traste blanqueaba,
un falso marfil se oían bellas tonadas,
el sonido de esa guitarra extraña,
todos sentían que a alguien les recordaba,
un ausente que tal vez habían conocido.
Se reconoció al lutier que la guitarra tocaba,
aplaudieron las notas de aquella guitarra,
ahora si agradaba todo lo que entonaba,
ahora un alma en paz descansaba,
ahora era música no se volverían a burlar.
Y esa es la historia de aquel vago-cantante,
que al ver que no entonaba con sus cuerdas vocales,
pidió al lutier su deseo cumpliera,
que cuando la muerte por él viniera,
con sus huesos marfilescos una guitarra hiciera.
convertirse en música de cualquier forma que hubiera,
si no se nace con voz privilegiada,
se puede ser parte de la música en formas variadas,
es por eso que el vago cantante se atrevió,
por eso esta historia les cuento yo.
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