martes, abril 26, 2016

MERCENARIAS DE AFRODITA FINAL

"Heme aquí, 
ya al final, 
y todavía no sé qué cara le daré a la muerte."
- Rosario Castellanos.



VIII 

Si algo se aprende en las películas y series de acción es que cuando necesitas entrar a algún lugar -o salir- casi siempre existe más de una puerta, no sé en qué consiste tal cosa, posiblemente desde la época de las cavernas el ser humano descubrió que era buena idea contar con más de una puerta en los refugios.
           
            Muchos pueden considerar una ofensa el hecho de tener que salir por una puerta trasera, muchos otros pensarán que una puerta trasera es la invitación a hacer algo ilegal, sobre todo si no cuentas con la llave y tienes que forzar la cerradura o entras sin permiso, puede ser el cielo o el infierno, puedes entrar o salir, pero si no se trata de la puerta principal es porque no quieres que te vean salir o entrar; en mi caso no quería que el gorila de la entrada me viera entrar.

            El bar olimpo contaba con un par de accesos independientes al principal, uno se encontraba en la parte lateral del edificio en un callejón y el otro era por la parte trasera donde se accesaba a la cocina del bar, justo ahí se podía salir a dejar la basura para que el camión recolector se llevara las bolsas, por allí decidí entrar, la gente de la cocina está demasiado ocupada como para preguntar qué hace uno ahí.

            Necesitaba encontrar a mi clienta, en eso escuché un alboroto en la cocina.

            -¡Bonita! aléjate de la basura…

            Decidí ir a ver qué estaba pasando y cuando por fin logré ver de lo que se trataba no lo podía creer, se trataba de la Rottweiler que hurgaba en los desperdicios de la cocina, si un portero sin suerte no es portero, no puedo imaginar lo que un detective sin suerte podría ser, ignoraba qué tan agresiva podía ser la “Bonita” así que vi que alguien había dejado marinando unas chuletas por lo que me tomé la libertad de tomar una prestada para llamar la atención de la “Boni”, cosa que no fue muy difícil ya que seguramente después de haber andado vagando por las calles unos días tendría la suficiente hambre como para no despreciar una carnada como la que estaba usando, para coronar mi suerte todavía traía consigo el collar y una herida profunda e la cabeza, seguramente habían tratado de quitárselo, a veces me salía lo temerario pero un animal así lo mejor era que la dueña se encargara de  ella, una vez que tuve su atención caminé por el pasillo y me topé con uno de mis amigos de “Los ya merito”, le pregunté por Amalia y me indicó donde encontrarla no sin antes sobarle el lomo a “Boni”.

            Enfilé al área de camerinos y sin tocar la puerta entré al de Amalia, estaba frente al espejo, dándole la espalda a la puerta, la verme entrar me regaló una sonrisa pero al escuchar un ladrido brincó de la emoción, “Bonita” movía el rabo que alguna vez había sido cola pero que les cortan a esos perros  de la raza, alguna vez había leído que los amantes de los perros lo consideraban una mutilación cruel, y cómo no, a nadie le gustaría que le mocharan ninguna parte del cuerpo nomás por capricho.

            Le dí a la Boni su chuleta y Amalia la abrazaba con ternura.

            -Mi Bonita, eres una traviesa me tenías preocupada, te llevaste el collar de mamá, ¡perra mala!, detective eres mi héroe- se abalanzó contra mí y me besó, en ese momento pensé que con esa misma boca había besado a la perra pero bueno, una erección instantánea me indico que eso a mí pene no le importaba que estaba bien, que era soportable, porque seguramente lo que vendría después estaría mucho mejor, entonces mi cerebro le indicó a mi pene que se dejara se estupideces y le bajara a su calentura porque normalmente cuando uno muere las posibilidades de volver a coger son escasas así que con todo el dolor de mi corazón despegué de mis labios a aquella mujer que los mordía con pasión y tuve que ponerme serio por un momento.

            -No quiero ser aguafiestas pero ahora mismo me vas a decir por qué tienes un collar de millones de dólares en tu poder muchachita.

            -¿Ahora eres policía detective?

            -No es eso lo que pasa es que existe la posibilidad de que nos maten por esta cosa, ¿acaso no te importa morir?

            -Hay que estar preparado para todo cariño, cuando no tienes nada que perder vale la pena correr riesgos.

            -Pero de qué hablas mujer, si te atrapan vas a terminar en la cárcel por el resto de tus días, estamos hablando de un asunto internacional, ¿apoco crees que puedes salir a la calle y vender una pieza como esta? 

            -Mira chico listo, ¿tú crees que esto es vida?; tener que salir a bailar casi desnuda todas las noches para un grupo de pervertidos y aguantar sus estupideces no es mi sueño dorado, si esto sale bien podré largarme de esta maldita ciudad, irme a Europa, París tal vez, vivir la vida en grande, aún me quedan sueños detective, así como tu cumpliste el tuyo resolviendo mi caso yo también tengo los míos.

            -Y no seré yo quien los trunque pero ¿cómo te involucraste en esto?

            -¿Recuerdas que te conté que audicioné para ser una Mercenaria de Afrodita?

                  -¡Si!

            -Bueno, “Mercenarias de Afrodita” no es solo un grupo de baile, además de bailar hacemos “trabajos”.


            -¿Qué clase de trabajos?

            -Robos, extorciones, falsificaciones, etc., todo lo que nos ordene nuestra jefa, Afrodita.

            -¿Afrodita?

            -Afrodita es su nombre “artístico”, se trata de un exmilitar que fue dado de baja cuando se supo que le gustaba vestirse de mujer, fue miembro de muchas bandas de asalta bancos pero los golpes que daban no eran muy buenos, cuando juntó una buena cantidad de dinero compró este bar y se convirtió en Afrodita, yo fui de las ultimas en ser reclutadas, las demás chicas que me acompañan tiene más tiempo con él, todas tienen alguna habilidad, manejo de arma de fuego, combate cuerpo a cuerpo, algo de informática, y a mí me reclutaron porque sé bailar, no se puede pretender ser un grupo de baile sin una coreógrafa.

            -¡Wow!, pensé que la de combate cuerpo a cuerpo eras tú, porque lo haces muy bien.

            -No te burles.

            -¿Y cómo se involucran en este asunto del collar?

-Por el Sr. Eulogio…

-El jefe de la policía…

-Así es, él fue comandante de “Afrodita” en el ejército y también formó parte de la banda   que robaba bancos, inició de guardaespaldas de un político y terminó siendo el jefe de la policía de la ciudad. El Sr. Eulogio es contacto de mafiosos de mucho prestigio, me imagino que sabes que el collar fue robado en Japón y se estableció una ruta para ocultarlo de las autoridades internacionales, pactaron traerlo aquí para hacer el intercambio con un comprador y eso se hará esta noche, si no hubieses dado con “Boni” y la joya estaría en graves problemas.

-Muy inteligente de parte de los ladrones venir a hacer el trato hasta “el culo del mundo” para no ser detectados, me imagino que saben el nivel de corrupción y gran eficacia de la policía del país para casos como este.

-Sí, estuve a punto de echar todo a perder por estar jugando con “Boni”, me dieron a guardar la joya, me puse a jugar con ella la muy ingrata se largó con el collar.

            En ese momento se abrió la puerta del camerino tomándonos por sorpresa, se trataba del Sr. Eulogio.

            -Pero miren qué tenemos aquí, ¿interrumpo algo?

Amalia se puso nerviosa pero fue la primera en hablar.

            -No es lo que crees, el Sr. Vargas ya se iba.

            -¡Hombre! ¿Pero por qué tan pronto?, Sr. Vargas quédese, acompáñenos, tendremos una velada interesante, esta noche es muy importante para nosotros, esta noche le daremos la bienvenida a una mejor vida.

El Sr. Eulogio chasqueó los dedos y al camerino entró mi amigo “el gorila” con un maletín negro, el jefe de la policía extendió la mano en dirección a Amalia quien tenía el collar en las manos, esta se lo entregó y el Sr. Eulogio lo guardó en el maletín.

            -Chiquilín, llévalo a mi mesa y espérame ahí- le ordeno al “gorila”.

            -Pues si esta noche es de celebraciones no me gustaría importunar Sr. Eulogio.- dije para no verme tan sorprendido.

            -Es gracioso, justo en este momento me imagino esta escena como para alguno de sus relatos Sr. Vargas, ¿o quizá debería llamarle detective Vargas?

En ese momento me di cuenta que todo había terminado para mí.

            -Déjeme decirle que como locutor y escritor posee un nivel decente, pero como detective deja mucho que desear mi estimado, ustedes los escritores piensan que los asuntos policiacos son cosa de juego, quieren ser “espías poéticos”, vivir la adrenalina, pero al parecer a usted no le bastó con la ficción, quería experimentar la realidad, no lo culpo, en los relatos y las novelas de detectives siempre hay una mujer hermosa, emociones fuertes, autos rápidos, etc., pero a riesgo de sonar como villano de película usted metió las narices en donde no debía, después de nuestro encuentro casual me di a la tarea de mandarle a uno de mi muchachos, hasta me pareció simpático el que decidiera hacerse detective, pero cuando me reportó que ésta mal agradecida lo visitaba la cosa ya no me pareció tan graciosa, pero no lo culpo, Amalia es una mujer hermosa y dudo que haya quien se resista a sus encantos, desafortunadamente para usted no se encuentra disponible, en cuestión de putas no soy compartido.

           -Cuide sus palabras Don Eulogio se puede atragantar.

            -No sea imbécil escritor, no está en posición de amenazarme, es una lástima que no viva para ver cómo aumentan las ventas de sus libros, normalmente un escritor mediocre como usted no vende muchos libros cuando está vivo, pero una vez que muere se incrementan dramáticamente las ventas.

Al parecer a Boni no le había gustado que me amenazara aquel sujeto porque comenzó a ladrarle sin parar y le mostraba los dientes.

            -Te lo advierto Amalia controla  ese animal o te juro que la mato.

Eulogio sacó una pistola y le apuntó a “Boni” quien no dejaba de ladrar, Amalia trataba de apaciguarla pero la perra ya presentía las malas intenciones de aquel hombre y no obedecía a su dueña, llegó el momento en que no pudo retenerla más y se le fue de las  manos, los reflejos del viejo comandante del ejército y ex guardaespaldas aún eran finos y logró dispararle a “Bonita” que se desangraba en la alfombra del pequeño camerino, la reacción de Amalia fue arrojarse al cuerpo de su amiga y compañera, la miré inmóvil por un instante sintiéndome impotente pero algo me hizo reaccionar y decidí enfrentar Don Eulogio, como un Kamikaze me fui sobre él, fue un suicidio, no me puse a pensar que nunca sería más rápido que “Boni” y mucho menos más rápido que una bala, caí como un tronco a un lado de la valiente can, alcancé a ver el rostro horrorizado de Amalia y como era jaloneada por el jefe de la policía mientras la sacaba del lugar.

Siempre me he preguntado de el por qué la saña de dar el tiro de gracia cuando le disparan a la gente, ese día más que cualquier otro valoré el hecho de que cuando pretendes matar a alguien debes asegurarte de que está bien muerto porque de lo contrario, si lo dejaste medio muerto o herido, regresará de entre los difuntos para llevarte con él o para regalarte un boleto al mismísimo infierno; nuevamente la suerte estuvo de mi parte, el chaleco que traía aunado a la prisa de mi asesino hicieron el milagro de mantenerme con vida me lo qiuité enseguida para revisarme,  a esas alturas del partido solo me importaba Amalia, tenía que rescatarla, por mí el collar se podía ir al diablo junto con todas las Mercenaria de Afrodita, a como pude me puse de pie, Bonita no corrió con la misma suerte, juré vengar a mi amiga, la cubrí con una capa llena de lentejuelas y salí a buscar a nuestro verdugo.

Caminé tras bambalinas, era un buen lugar para ver lo que harían con la joya, a pesar de la oscuridad logré ver en una mesa al jefe de la policía, Amalia, al gorila y tres tipos asiáticos de muy mala cara, supuse que serían los compradores, rápidamente supe qué hacer, al más puro estilo de Yojimbo alborotaría el avispero para crear una confusión, nunca ha sido un misterio el saber que los nervios y la adrenalina están a flor de piel cuando se hacen ese tipo de negocios, nadie confía en nadie así que solo basta alguna imprudencia de cualquiera de los dos bandos, vendedor y comprador, traficante y consumidor,  mercenario y patrón, para que se inicie una trifulca, y como yo no era el detective que el mundo esperaba tomé mi pistola, apunté hacia la mesa y me dispuse a disparar, y todo hubiese sido perfecto de no haber sido por “Afrodita” que con una llave china al cuello me tomó de sorpresa intentando ahorcarme, solté el arma, la fuerza del travesti era considerable, me estaba sacando de balance, se me estaba acabando el aire, su técnica era buena mi tráquea daba fe de eso, así que no podía perder más tiempo, traté de guardar la calma, usé mi cabeza para darle un golpe en la nariz, funcionó y aunque me dolió mucho logré ese par de segundos que necesitaba para bajar mi centro de gravedad y proyectarlo hacia el frente por encima de mí, técnica básica de judo, con eso logré evitar que me estrangulara, inmediatamente busqué con la mirada el arma una vez que logré encontrarla quise ir por ella pero aún me quedaba un tanto lejos, Afrodita se incorporaba y también  había visto la pistola, entonces ejecuté un accidentado ukemi, rodamiento, en dirección del arma ganándole a mi agresor, una vez que la tuve en mis manos le disparé un par de veces, sorpresivamente di en el blanco, pude escuchar la conmoción el área de mesas y unos disparos más, todo era confusión, debido a la poca luz se podía ver claramente el color de la metralla que iba de un lugar a otro, mi intención de crear un pandemónium había funcionado, no como lo había pensado originalmente pero igual funcionaba, ya viendo el desmadre yo también me animé a disparar, fue mala idea porque me convertí en un imán de balas, me cubrí a como pude, traté de encontrar un patrón en los disparos, una pausa que me permitiera correr a un lugar más seguro, después de tratar de agarrarle el ritmo a la balacera lo conseguí, salí de mi escondite y corrí hacia la barra pero no contaba con la ráfaga de una pequeña uzzi que  me alcanzó, me hizo perder el equilibrio, sentí dolor y comencé a sangrar como puerco, logré acomodarme detrás de la barra, así como como llegué aquí, creo que no voy a salir de esta, y todo por ese libro del Belascoarán, me pregunto que hubiera hecho él en este caso, eso nunca lo sabré porque en ocasiones la libraba chido y en otras tendía a quedarse cojo y tuerto debido a sus ideas kamikazes, y no se me antojaba semejante panorama para mí, me intrigaba saber qué tanto podía sangrar sin desmayarme o algo por el estilo, necesitaba encontrar a Amalia, me asomo por el borde lateral de la barra y no logro verla, me arrastro hasta el otro lado y vuelvo a asomarme y logro ver al Sr. Eulogio guarecido bajo una de las mesas, necesitaba hacerlo salir de allí al hijo de puta, entonces recordé la ocasión en la que Belascoarán usó combustible de encendedor para chingarse a unos monos que lo vigilaban, no cuento con ese líquido, entonces veo una botella de brandy, rasgo un pedazo de tela de mi camisa e improviso una bomba molotov, siempre he dicho que fumes o no fumes es importante llevar contigo un encendedor, nunca sabes cuándo necesitaras iniciar un incendio, todo el bar tenía piso de alfombra, así que la cosa se pondría buena si funcionaba, ahora me asomo por encima de la barra y me dispongo a lanzar mi cóctel molotov el cual vuela por los aires en busca de su víctima, cae presuroso y se estrella contra la mesa derramando fuego líquido por doquier, el pobre diablo de Eulogio es sorprendido, no se esperaba una maniobra de ese tipo, sus ropa es alcanzada por las llamas y corre por todas partes como gallina decapitada, trata de sofocar las llamas que danzan en su cuerpo y yo como chamaquito en tiro al blanco de la feria le apunto intentando acertarle, entonces me doy cuenta que aunque está a punto de morir quemado el hijo de la chingada no suelta el portafolios con el collar, de repente sigo el consejo de las pelis donde enseñan a tirar, aguanto la respiración y le apunto al desgraciado, y digo a manera de sentencia:

            -Esta va por ti Boni- ¡Bang!, grita el cañón de la pistola que escupe una bala que cual saeta veloz se incrusta en la cabeza de aquel infeliz derribándolo de manera violenta cayendo en la alfombra que poco a poco comienza a incendiarse a su alrededor, entonces veo salir de entre las sombras a mi clienta que presurosa se dirige hacia Eulogio, corre en busca del maletín, algo en el pecho me dice que es mala idea, entonces brinco por sobre la barra para intentar interceptarla pero ella está más cerca y cuando al fin llega hasta la maleta para tomarla el maldito Eulogio sacando fuerzas de no sé dónde diablos le dispara a la Mercenaria de Afrodita, siento una especie de relámpago que me golpea por la espalda, caigo inmediatamente, unos zapatos negros cruzan frente a mí, trato de ver de quién se trata, no logro ver bien, el dueño de los zapatos camina hasta el cuerpo de Amalia y toma el maletín, se retira no sin antes descargar su arma en el cuerpo de Eulogio, lo patea y luego lo escupe, no toma en cuenta a Amalia, ya ni siquiera se fija en mí, tira el arma y se aleja lentamente entre el humo fantasmal creado por la quema de la alfombra, me arrastro hasta mi clienta, lo hago con dificultad, curiosamente no siento dolor, posiblemente estoy muriendo, tal vez así sea morir, llego hasta ella y me acuesto a su lado, logro ver lágrimas en sus ojos, aún está viva.

-Yo…so…solo quería ser feliz.

-No seas tontita, lo serás- le digo tratando de animarla, de mantenerla en este mundo, a lo lejos puedo escuchar sirenas, no sé si de policía, ambulancias o qué sé yo, la contemplo tratando de grabarme su rostro en mi jodida memoria pero es inútil es posible que mis neuronas no lo logren, el humo es cada vez más fuerte en el lugar ya casi no se puede ver nada, me resisto a dejarla allí, pero no puedo levantarme y mucho menos cargarla, de pronto siento que su mano toca mi entrepierna, me acerca hacia ella para decirme algo al oído.

-Ya no podré desestresarme y despertarte como te gusta- cerró los ojos y sentí como perdían fuerza sus manos, era todo, se había ido, la estreché entre mi brazos y todo ardía alrededor, me iría con ella, era lo justo, no había podido protegerla pero entonces sentía que alguien tiraba de mí, como por reflejo me solté pero volvieron a sujetarme y finalmente me sacaron del bar, se trataba de los bomberos, me colocaron en una camilla y me subieron a una ambulancia, decidí cerrar los ojos y no despertar jamás como en la canción de Emmanuel.

Ha pasado un mes desde los acontecimientos del bar Olimpo, gracias a algunos contactos me escabullí pronto de indagaciones inútiles con la policía, el pendejo de Eulogio fue homenajeado ya que había caído en el cumplimiento de su deber intentando detener a unos sicarios, no se hizo mención alguna del collar, ni de Afrodita, ni de mi Amalia, pienso que lo único que puedo hacer para mantener intacto su recuerdo es escribir una historia donde pueda darle el final feliz que quería.



El saldo de esta aventura detectivesca no ha sido nada favorable, un par de heridas de bala, una diosa muerta, un corazón roto y unas jodidas ganas llorar que solo se quedan en ganas, creo que ando estreñido de los ojos.          


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MERCENARIAS DE AFRODITA
Israel Montalvo/Lalo Vargas
LOS YA MERITO



  Cuando sientas que las cosas van mal,
y que estas no pueden empeorar,
prepárate un buen café,
y con cianuro tal vez sepa bien.

Si sufres de algún mal de amores,
ya no dibujas flechas con corazones,
te hace falta una caricia,
y no te dan ni las noticias.

Mercenarias de Afrodita, “señoras” y “señoritas”,
siempre ofrecen un ¡te quiero!, a cambio de tu dinero,
Mercenarias de Afrodita, “señoras” y “señoritas”,
siempre ofrecen un ¡te quiero!, a cambio de tu dinero.

Si caminas por el boulevard,
en las esquinas las encontraras,
con sus caricias te consolaras,
pero el dinero tendrás que mostrar.

Mercenarias de Afrodita, “señoras” y “señoritas”,
Siempre ofrecen un ¡te quiero! a cambio de tu dinero

sábado, abril 02, 2016

MERCENARIAS DE AFRODITA VII

“Elemental, mi querido Watson”
-Sherlock Holmes en la película: Las aventuras de Sherlock Holmes de 1939



VII

Cualquiera que se precie de tener un poco de cultura general sabrá que al detective más famoso de la historia se le atribuye la frase: “Elemental, mi querido Watson”; sin embargo se comenta que en los textos de sir Arthur Conan Doyle estas cuatro palabras nunca fueron enunciadas, por lo menos no seguidas, por el gran Sherlock Holmes, se cuenta que en las novelas Holmes si suele decir “elemental” y “mi querido Watson” pero no en la misma oración y siempre en diferentes ocasiones, nunca juntas.

Un dato revela que la primera ocasión en que aparace la frase: “Elemental, mi querido Watson”, fue en una película del año 1939, titulada “Las aventuras de Sherlock Holmes” siendo a partir de ese momento que se populariza y se retoma en obras y largometrajes -hechos por nuevos escritores- ya que para la fecha de aquella película ya habían pasado nueve años de la muerte del autor por lo que no pudo haber sido él quien la acuñara de esa manera.

Aún así me atrevía a usar la frase para mí mismo al crear mis conjeturas sobre mi clienta y ese bendito collar, me senté en frente al escritorio con una humeante taza de café en mis manos y trataba de hacer a un lado la noche de pasión que habíamos tenido así como la “despedida matutina” que me había dado, ¿quién diablos me estaba creyendo que era?, ¿a qué diablos estaba jugando?, bueno eso sí lo sabía, jugaba al detective, era el momento justo de tomar la decisión de seguir adelante o abandonar aquella simulación, al parecer estaba jugando con fuego, jugando con el diablo, siempre pensé que el diablo era mujer y lo estaba comprobando, se decía que muchos de los grandes conflictos de la historia habían sido provocados por una mujer, ahora lo creía, no podía decirse que cuando había iniciado este asunto de los detectives me estuviese autonombrando súper héroe, y lo digo porque retomando el título de un capítulo de la novela de Paco Ignacio Taibo II: “Doña Esutolia blandió el cuchillo cebollero: historias del sindicalismo mexicano”, me encontraba “cogiendo con el enemigo”, pero supongo que estaba en una situación similar a la de los abogados quienes tienen que trabajar para sus clientes aunque sepan que estos son unos delincuentes en potencia.

Era obvio que este engendro del mal -con tetas- se había robado el maldito collar, jugando se lo puso a la perra y esta salió a la calle en un descuido, el asunto que quedaba pendiente era saber a quién y cómo se lo había robado y qué pretendía hacer con una pieza tan cara, nada fácil de vender, no era de esas cosas que se podían vender en internet, y era precisamente el internet quien me daría las respuestas que necesitaba.

Desde que me había metido a jugar al detective había dejado de lado mi smartphone, tableta y computadora portátil, quería encarnar un personaje más “clásico”, sin embargo tendría que reforzar mis debilidades como detective usando la tecnología a mi favor, Bruce Wayne lo hacía así que haría lo propio, no por nada uno de sus más poderosos rivales le apodaba “detective”.

Una de las ventajas de vivir en una era digital es que existen muchos ojos y oídos en las calles, ya casi nada escapa a la lente de las personas, tenemos “ojos” en todas partes, no puedo decir que en la ciudad se esté al nivel de otras ciudades del mundo donde antes de hacer cualquier indagatoria revisan los videos de seguridad si es que había alguna cámara cerca de los hechos ocurridos, llámese asalto, accidente u otro disturbio, así que lo primero que hice fue buscar las notas en los diarios sobre el tema, para mi sorpresa encontré varias notas sobre el asunto pero todo había ocurrido en Japón, cómo demonios había llegado un objeto así a un lugar como nuestra ciudad si estábamos en el culo del mundo, al parecer se trataba del collar mas caro según los libros de los record guinness, lei que se trataba de un collar hecho de nueve diamantes blancos de 230 quilates cada uno y un diamante amarillo de 407 quilates el cual fue encontrado por una niña en un basurero en el Congo hacía 34 años.

La cosa no pintaba bien, tenía que hablar con Amalia para que me aclarara todo, algo me decía que no le quedaba mucho tiempo de vida así que pensé en ir al único lugar que conocía para poder dar con ella: el Club Olimpo.

No podía ir a meterme al club así como si nada, planeaba sacar a Amalia de allí a como fuera lugar, si llegaba a plena luz del día estaría a merced de lo que pasara sin que nadie me ayudara, esperaría la noche a que estuviera concurrido para poder pasa un poco desapercibido, me senté el resto del día a pensar a en un plan, y no se me ocurrió nada, tendría que hacer lo que hacía cuando llegaba al programa de radio sin un tema para la emisión: improvisar.

Llegó la hora, me puse el chaleco que había comprado en internet, el taser, el bastón telescópico, el arma, el cuchillo y algunos cargadores, el corazón me latía a mil por hora, me temblaban las manos y las piernas, los brazos los sentía sin fuerzas como si mis músculos no existieran, sabía que era posible no salir vivo de aquel asunto, no estaba preparado para morir, siempre había pensado que en realidad no se le tenía miedo a la muerte sino a la forma en que uno puede morir, aunque a veces me asaltaba ese maldito pensamiento ególatra y egoísta de: “¿qué va a hacer el mundo sin mi?”, me visualizaba dentro de mi féretro mirando su interior blanco sin permitirme saber qué era lo que pasaba afuera, me costaba trabajo el poder aceptar que una vez muerto la vida continuaría como si nada, y me golpeaba la idea de que la vida era un suspiro, odiaba el pensar que nos damos cuenta demasiado tarde de que desperdiciamos nuestros días preocupandonos por estupideces, odiando al prójimo, deseando cosas materiales, coleccionando miedos, desperdiciando oportunidades, encerrandonos en nosotros mismos, en fin el miedo me calaba hasta los huesos, finalmente respiré profundo, hice mi ritual de programación neurolingüística exprés el cual hacía cuando me tocaba hablar en público y como un mantra repetí en mi cabeza una y otra vez: “todo va a salir bien, eres la verga, todo va a salir bien, todo va a salir bien...”