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Yo buscaba casa para mis libros y aunque no lo crean la pena me embargaba, después de ser un lector muy dedicado y activo ahora en un lector desnaturalizado me transformaba, que se deshacía de sus hijos, digo, libros.
Yo buscaba una casa para mis libros y sabía que había más de un hogar donde colocarlos, pero el destino es tan extraño que, contrario a lo que se pienza muta, cambiando para siempre los resultados.
Yo buscaba una casa para mis libros y mis películas de culto; Taibo II, Kurosawa, Kitano, Tarantino, Charly, los Stones, Beatles, Natalia, Bunbury y Syntek, y otros que ni recuerdo.
Y cuando llegué al paraíso prometido este no se encontraba activo, lamenté brevemente el contratiempo ocurrido, pero no abandoné la misión que me había puesto en marcha buscando casa para mis libros.
Algo me hizo ver, y caminar, más allá del punto elegido, solo para descubrir que a la vuelta de la esquina, izquierda por cierto, se encontraba mi destino, el lugar era diferente pero el fin seguía siendo el mismo.
Tablones albergaban a otros libros antiguos, libros otrora amorosamente leídos, hoy abandonados buscando nuevos ojos que llenar con sus historias para contar, libros que como algunos de nosotros buscan otra oportunidad, se cansaron de envejecer en los estantes empolvados y ahora esperan en una mesa que puedan ser rescatados, releidos y hasta reparados.
A mí llegada el guardian del refugio de libros sin hogar no aparecía, en su lugar una morena de esbelta figura era la única presencia, física, a la vista, sentada en una banca a pierna cruzada hojeaba una revista, yo creo que no leía solo la repasaba con la vista.
Miré en todas direcciones sin encontrar lo que buscaba y me animé a preguntarle por la persona que yo esperaba, que finalmente nunca fue, y fue así que le pregunté: ¿No se encuentra fulanito no sé qué?, me respondió: ¡Ahora viene, fue a buscar no sé qué!
Cabello rizado, piel morena, tatuaje a la derecha de la clavícula del mismo lado, blusa de top sin tirantes ni mangas, tampoco cubría su abdomen con nada, pantalón de mezclilla azul marino y sandalias que ahora mismo en mi recuerdo no distingo.
Pensé en dejarle los libros y escapar como un cobarde, pero entre la cosas que me dijo fue que yo esperase, y me valvuseo más cosas que yo no entendía, un tanto por mis nervios otro tanto por mi intriga, sobre esa muchacha que a la Penélope de Serrat me refería.
Y apareció el guardian de los libros, cuando vio mis libros en las manos pensó que mi intención era comerciar, se mostró reservado y hasta un tanto desinteresado, pero cuando le corregí y le dije que todo era para donar el semblante le cambió y pudimos platicar.
El 95 % de mis librijos y dvd's le parecieron una joya, dignos de un coleccionista y me contagió su euforia, un hombre de edad con mundo y camino recorrido, se mostró agradecido y me obsequio un libro a cambio, debió intuir que alguien que le donaba tantos libros seguramente lo leería, ya no leo como antes, pero tal vez lo haría.
El guardian de los libros no paraba de dar datos sobre los libros y las películas, yo parado bajo el sol disfrutaba su alegría, la morena hojeadora de revista me inquirió sobre si acaso no me estaba molestando el sol, debió pensar que mi piel no estaba hecha para tanta radiación, pero le respondí que no había problema y a su revista regresó.
Yo me despedí satisfecho de volver sobre mis pasos sin el peso anterior con el que había llegado, esa serie de libros que ya no caben en donde con trabajo entro yo. Debo regresar lo antes posible con el guardian de los libros y la morena hojea revistas.
Y para dar un toque a mi a aventura aun más surrealista, fíjense lo que me topé cuando por el callejón de las escaleras subía, allí postrado cuál gárgola gótica divisé a un extraño de pelo largo que hacía la nada veía, una especie de vampiro de medio día que meditaba ataviado con lentes de sol; seguro solo sale de día para agarrar color.