En ocasiones me molesto conmigo
mismo por ser una ente tan inconforme, no me gustan muchas cosas en mi vida y
cuando me propongo cambiar algunas me sorprendo saboteándome de miles de
maneras, podría ponerme un escarmiento para no volverá hacerlo pero es demasiado tarde, el sabotaje
está presente, pero ya no fue mi otro yo, sino un tercero que es clon del
primero y comparte genes con un cuarto que, junto a otros 12, forman un equipo
de futbol que a la vez se escriben con tantos otros que, parecieran existir en
mi interior tantos saboteadores como células en mi sangre.
Busco desesperadamente, por medio
de la lectura, entretener mi mente ideando cómo acabar con esos saboteadores y
de repente las letras me hacen entrar como en una especie de estado de trance y
mi alma comienza a liberar una especie de narcótico que me exige escribir,
crear, pensar, y cuando creo tener las ganas, la inspiración la historia
correcta llegas los saboteadores y se la llevan para ya no volver a verla más.
Y es entonces que quiero decir
todo y nada, quiero que todos lo lean, quiero que nada les sea desagradable y
pienso en solo ese pequeño egoísta que suplica por un millón de ojos para
sentirse vivo y reconocido, ese ególatra que quiere ser un escribidor de culto pero sin llegar a ser azotado y crucificado
por los que dicen cómo debe ser la ficción, la poesía o la creación, ese yo que
grita ¡léanme pero no me dejen!, ese yo que cuando se sumerge en su lapsus
depresivus intelectualus comienza a divagar divagaciones.
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