"Villahermosa, la segunda ciudad más insegura del país,
donde el 93.4 % de los habitantes mayores de 18 años
afirman sentirse inseguros"
-Encuesta de Seguridad Pública Urbana (ENSU) 1er., trimestre de 2017
I
El día realmente estaba caluroso,
pero cómo no iba a ser así, si vivía en el “infierno verde”; en el país
existían muchos tipos de calor, pero como el de Tabasco dudaba que hubiera dos,
otros podrían parecerse pero no le llegaban, este clima te hacía pensar ¡pinche calor está de su putísima madre!,
y sin embargo ni desahogándote de esa manera conseguías exorcizarlo de tu
cuerpo, se creía que el mismísimo diablo había decidido abandonar el estado y
mudarse a un lugar de tierra caliente, pero no con el jodido nivel de humedad
que se sentía en este trópico que en compensación de tan altas temperaturas
pareciera que dios había brindado esa gran cantidad de agua de la que gozaban,
a no ser claro que, toda esa agua, era en realidad se tratara de la posición
geográfica que ocupaba en el país y que por ser llano recibía los
escurrimientos de la sierra en sus caudalosos ríos.
Angélica había
entrado al turno de la tarde sin mucho ánimo, sabía que debía “pedalearle” duro
para sacar una buena lana, manejaba un taxi de los blancos, de esos que llevan
radio, por eso eran conocidos como radio-taxis, eran de las pocas uniones de
taxis que usaban ese medio para estar en contacto, cuando Uber llegó al estado
hubo cierta resistencia, pero los malos elementos, los malos choferes pues,
habían hecho que la gente se sintiera atraída por ese nuevo servicio, porque
antes de Uber, y de los taxis del aeropuerto, los radio-taxis eran los reyes del
servicio V.I.P., pero a todo santo le llega su hora, los tiempos estaban
cambiando; tanto así que ahora había más mujeres frente al volante y a ella le
enorgullecía ser parte de ese selecto grupo.
Lo malo de
trabajar el taxi en las tardes es que si no te va bien ya andabas arañando los
límites de la noche con la madrugada, es como trabajar dos días seguidos, pero
no hay de otra porque tienes que sacar lo de la tarifa y la ganancia, el dinero
de más nunca cae mal, el detalle está en que la ola de crimen había crecido mucho
en la ciudad, hacía apenas unos años Tabasco no figuraba en las estadísticas y
ahora hasta el primer lugar ocupaba el en ranking, por más que la fiscalía local maquillaba y se hacía pendeja con las cifras, no se podía esconder lo que
saltaba a simple vista, no solo la inseguridad había crecido, también la saña
con la que se cometían los delitos porque ahora hasta bien descuartizados
dejaban a los muertitos, posiblemente creyendo que de esa manera no volverían a
la vida, uno nunca sabe por aquello de los “muertos caminantes” que también
estaban de moda, otra vez.
Angélica
no se sentía insegura del todo, “la niña blanca” la protegía, la traía colgada
en el cuello y tatuada en la pierna, a ella se encomendaba antes de ir a
trabajar, como muchas de las madres solteras de este país, tenía que sacar a su
hijo adelante ya que su esposo había muerto de manera repentina hacía ya
algunos años, él salió a buscar un mejor empleo a uno de esos destinos
turísticos del sur del país pero solo encontró la muerte, cuando le avisaron su esposa Angélica, no lo podía creer, no tuvo tiempo de sentir lástima por ella misma y
buscó la manera de llevar dinero a casa y en el taxi encontró la solución.
La mejor forma
de pasar el tiempo en el taxi era escuchando canciones en la radio, cuando ya
le aburrían las mismas rolas de su memoria USB y del celular, sintonizaba la
radio, a veces ya no por escuchar la música sino a los locutores, algunos le
caían bien y algunos otros eran un verdadero fastidio, estaban los que se creían
grandes periodistas, y en palabras de Angélica, hablaban peor que ella, se
preguntaba cómo habían llegado hasta ahí pero tampoco le quitaba el sueño, ese
día en especial mientras atendía un servicio hasta la Plaza Altabrisa el
noticiero de la tarde daba cuenta del hallazgo del cuerpo de una joven mujer,
al parecer asesinada, cerca de uno de los ríos de la localidad, en la parte
trasera del taxi se alcanzaba a escuchar el comentario de una anciana mujer que
no escondía su desprecio por aquel crimen pero que al mismo tiempo ponía en
tela de juicio la integridad de la joven.
-Seguramente
andaba en malos pasos esa niña.
Ante aquel
comentario prejuicioso Angélica solo alcanzó a mirar a la anciana por el
retrovisor y decidió no decirle lo que realmente pensaba de ella y su
comentario, porque seguramente la reportaría, pero no por ello iba a dejar de
pensar que “Doña pelos” era una
“viejita mamona” y que le cobraría un poco más de la tarifa habitual para que
se educara, la tarde ya era demasiado pesada como para aguantar a gente como
esa.
Después de
haber dejado a “Doña pelos” Angélica
estuvo haciendo unos cinco servicios más, aún así el turno había estado flojo
para ella, pasaba de la media noche, entonces su celular sonó, miro el
identificador y vio que se trataba de un amigo que no había trabajado ese día
pero que necesita le hiciera un favor yendo por un cliente suyo a uno de los
tantos congales del periférico.
-¡No mames
Paco! por qué no le dijiste al tipo ese que hoy no trabajas- le decía molesta
Angélica a su amigo.
-No seas así
mami, hazme el paro, es buen cliente, además trabaja en la procu, nos conviene
por si alguna vez tenemos pedos.
Angélica
pensaba que no estaba de mal ganarse unos pesos más y de paso ganar un amigo en
la procuraduría.
-¡Órale!, va
cabrón, pero me la vas a deber puto.
Ya eran las
dos de la madrugada y Angélica conducía por los carriles laterales del periférico
buscando a su cliente cuando a lo lejos divisó a un tipo moreno, regordete y
con corte militar que con mucho trabajo se mantenía de pie, Paco le había dicho
que su nombre era Alberto, no le gustaba la situación.
-Pinche Paco
me manda a buscar a este pinche “Beto” que se ve que está hasta el gajo, pero
ni pedo ya estoy aquí.
La taxista se
orilló a un lado del tipo, bajó el cristal y le dijo:
-Vengo de
parte de Paco, yo le voy a dar el servicio.
El tipo la miró un momento como
tratando de confirmar que no se trataba de una visión y que realmente una mujer
le estaba diciendo que lo llevaría a su casa, no tuvo ganas de contestarle nada
y se subió a la parte trasera del coche. Arrastrando las palabras le pidió a
Angélica que lo llevara a Pomoca, al escuchar eso la taxista le mentó la madre
a Paco mentalmente que seguramente en esos momentos estaba agarrando el pedo
con otros taxistas que tampoco habían trabajado esa noche.
Angélica
acomodó su espejo retrovisor, miró al Beto que se cabeceaba como pollo
desnucado y se encomendó a la “niña blanca” para que la protegiera en esa
aventura no sin antes pensar –ojalá y
este jijuela verga no me vomite el taxi- y condujo con dirección a Pomoca
que se encontraba muy a las afueras de la ciudad y que técnicamente ya era otro
municipio.
En la radio
sonaban Los Ya Merito con su canción “Mercenarias de Afrodita” la cual al ser
escuchada por el Beto, que venía babeándose y roncando como mandril, le pidió a
Angélica que le subiera al volumen porque le gustaba, el coro decía “…mercenarias de afrodita, señoras y
señoritas, siempre ofrecen un ¡te quiero! a cambio de tu dinero”, el Beto
lo balbuceaba porque el alcohol no le permitía tener dominio sobre su lengua
narcotizada por el alcohol, la cara le
brillaba un poquito, Angélica sonrió un poco al pensar que seguramente ese
brillo era el polvo de alguna de esas haditas que trabajaban en el tubo del
congal donde hacía apenas unos minutos había levantado al mono ese que traía a
bordo.
Angélica miró
por el retrovisor y comenzó a hablarle al Beto para que le indicara la calle y
el número de casa, increíblemente el tipo pudo reaccionar y le indicó el
camino, aquel lugar era un laberinto, las calles eran un desmadre y solo
estando loca caminaría a esas horas por allí, pensaba la taxista, que una vez
que ubicó la casa le dijo al Beto que iban a ser $ 200 por el servicio, el tipo
sacó su billetera y tardó un momento buscando un inexistente billete de a $ 200
lo que hizo enojar a Angélica que inmediatamente se bajó del carro para ir a
sacar por los pelos al Beto de su taxi.
Mientras
caminaba hacia la puerta derecha trasera, donde venía el Beto, la
taxista empezó a echar madres.
-Mira pinche
cabrón, hijo de tu pinche madre, me vale que seas amigo de Paco, a ver cómo
puta madre me pagas, pero a mí no ve vas a ver la cara de pendeja.
El tipo estaba
borracho, pero no pendejo, y en cuanto vio fúrica a la taxista hasta lo
borracho se le bajó, así que le puso seguro a la puerta mientras con sus manos
le hacía señas para que se calmara.
-Morena
cálmate, permíteme explicarte, me robaron esas viejas.
-Me vale
madres, a mi me pagas o te voy a partir tu madre, no creas que porque soy mujer
no te voy a meter tus buenos putazos.
Algunas cortinas de ventanas de
los vecinos se abrían tímidamente para observar qué era lo que estaba pasando
en la calle, porque no es por crearle mala fama a los “chocos” pero somos un poquito
chismosos.
Beto al ver
que la mujer no se calmaba sacó un celular, un Iphon, fácil de identificar por
la manzanita, el color era de un tímido rosa y se veía casi nuevo, se lo mostró
a la taxista, bajó un poco el cristal y le propuso un trato.
-Amiga,
espera, hazme el paro, te dejo este celular por el servicio, échame la mano,
esta cosa cuesta como diez mil pesos.
Angélica lo
observó incrédula y arremetió contra el tipo.
-¿Y cómo se
que esa puta madre sirve?, a ver enciéndelo.
El tipo le
mostró cómo brillaba la pantalla y hasta se lo desbloqueo para que viera que
funcionaba, se lo pasó por la ventana a la mujer que rápidamente marcó el
número de su cel y sintió cómo vibraba su nalga derecha, viendo que todo estaba en orden se regresó a
su lugar en el volante momento que aprovechó el Beto para bajarse antes que la
taxista se arrepintiera y le dio las gracias por haberle aceptado el trato a lo
que Angélica le contestó con una mentada de madre mientras aceleraba a fondo el
taxi en señal de desprecio.
Beto vio cómo
se perdía a lo lejos aquella mujer que por poco y lo bajaba a putazos, después
de pensarlo un rato hasta le había gustado la morena esa, se metió a su casa a
como pudo mientras cantaba “…mercenarias
de afrodita, señoras y señoritas, siempre ofrecen un te quiero a cambio de tu
dinero”
Al día
siguiente el Beto se fue a trabajar crudísimo, sentía la cabeza de la chingada,
traía puestos sus lentes de sol y aunque se había bañado y perfumado
generosamente, el alcohol lo transpiraba, de todos modos ya lo conocían en la
oficina, de camino al trabajo había comprado un consomé de borrego que llegó
directamente a chingarse en su escritorio, estaba exprimiéndole un limón justo
cuando se le acercó uno de los ministeriales a saludarlo.
-Ese mi Beto
te la estás curando, ¿verdad cabrón?
-Ya ni me
digas nada que anoche me fue de la puta madre.
-¿Por qué?, ¿No
fuiste a puerquear?
-Pues por eso
te digo, todavía que la pague el privado a la puta esa me empedé y me robó, ni
para el puto taxi me dejó.
-Pues ni pex,
pero con la venta del cel que te di te puedes recuperar ¿no?
Beto se le
quedo viendo con cara de preocupación al ministerial quien al ver su reacción
dedujo que algo había pasado con ese teléfono.
El ministerial se acercó hasta
quedar cara a cara con Beto y entre dientes le dijo.
–Si serás pendejo, cómo fuiste a perder ese
puto teléfono, me jugué el pellejo sacándolo de “evidencias” y tú lo pierdes a
lo pendejo, íbamos a sacarle una lana imbécil.
Beto al verse
amedrentado sacó valor de la cruda que lo estaba matando y le contestó al
ministerial.
–A mi no me estés hablando así, pendejito de
mierda, además no lo perdí, se lo tuve que dar a la taxista que me llevó a mi
casa, te dije que no traía dinero y esa vieja casi me mata a putazos si no le
pagaba, así que te calmas porque lo puedo recuperar.
El ministerial
se alejó de Beto y ya más sereno decidió escuchar lo que el tipo tenía qué
decirle.
-¿Y cómo lo
vas a recuperar?
-Voy a buscar
a la tipa esa, un amigo tiene su número, le voy a pagar lo que debí haberle dado
por el viaje y listo asunto arreglado.
-Pues más te
vale cabrón porque mínimo unos dos mil varos me tienes que dar por ese cel,
quién te manda a ser tan pendejo.
-Ese es mi
pedo, te voy a dar tu dinero, pero no me estés chingando ya, y bótate a la chingada.
Beto se
acomodó en su escritorio para por fin chingarse el consomé mientras pensaba que
todo el mundo lo quería agarrar de su pendejo, al llevarse el primer sorbo de
consomé a la boca se quemó la lengua haciendo que soltara la cuchara
abruptamente provocando la risa de los demás oficinistas mientras al fondo se
escuchó una voz que le decía.
-¡Como eres pendejo Beto!