Ves cosas y dices,"¿Por qué?"
Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, "¿Por qué no?".
-George Bernard Shaw
Y
caminaba por ahí en el centro de mi ciudad, puedo decir que se trataba de un
lugar conocido pero en el plano onírico los lugares son parecidos, los
escenarios de los sueños son a veces tan extraños, no importa que tanta ciencia
le quieran echar los científicos, esos alquimistas desertores que abandonaron
el sueño de la piedra filosofal y se fueron por lo fácil: la ciencia
comprobable. Los sueños son el sitio favorito de quienes en el plano real se
ven limitados por la ley de gravedad, por la mortalidad, por los 10
mandamientos y por muchas otras cosas que la sociedad impone a golpe de
críticas y prejuicios.
Y
en mi sueño me fumaba un delicioso habano, uno que no me “castigaba” con su
humo espeso y aromático, uno que podía disfrutar sin pensar en una de esas
malditas enfermedades que se manifestaron a partir de que industrializamos
todos los placeres de la vida y los inyectáramos de químicos para asegurar una
ganancia económica a las grandes compañías, envenenamos el vino, el tabaco y el
amor.
Quizás
disfrutaba demasiado mi habano dándole caladas tan profundas que hacían parecer
a mis pulmones grandes aspiradoras industriales, desde una terraza en una casa
desconocida, que me daba una vista hacia una pequeña colonia de calles sin
pavimentar, casas de teja y lámina, frágiles a las inclemencias del tiempo,
pero de cuyos espacios sus moradores eran dueños, y terminando mi habano lo
deseché en su último tramo, con la braza aún encendida, que al volar con el
viento nocturnal esparció su débil fuego de migajas de tabaco aún encendido,
según yo, de manera inofensiva, pero una ráfaga de viento, como invernal,
viento infernal, avivó el calor casi extinto de lo que fuera mi habano y sobre
esas casitas frágiles fueron a dar las lucecitas rojas de tabaco encendido y se
convirtieron en hogueras feroces que arrasaban con todo lo que tocaban.
¡Maldito
pirómano involuntario!, ni en mis sueños podía hacer nada bien, desesperado
busqué agua y un balde que me ayudaran a reparar mi error, y con solo pensarlo
los conseguí, en los sueños todo es posible, y desde ahí, desde mi aparente
balcón esparcía el agua para que llegase a las casas que se incendiaban, en el
mundo real no hubiese sido posible, con un balde de agua no se apaga un
incendio, pero aquí eso no me detenía, y después de mucho esfuerzo el fuego se
extinguió.
Y
de pronto ya no estaba en el balcón-terraza, ahora me encontraba en una ciudad,
una ciudad como sacada de la mente de un diseñador gráfico con gustos vintage,
edificios modernos, casas coloniales, bien pudiera ser Aquí o Allá, pero en
realidad no importaba, caminaba bien, a gusto, sin miedo, porque el miedo es a
gusto del cliente, de quien sueña, y llegué hasta una tienda de música, curioseaba
entre los instrumentos, en el mundo real no sé nada de tocar instrumentos, pero
en mi sueño estaba seguro que podía hacerlo, un Sax de apariencia extraña
atrapó mi atención y pude entonar unas cuantas notas, eso me animó a querer
comprarlo, creo que el precio era de 2600, ignoro si pesos, euros, dólares,
etc., me parecía justo y el vendedor sonreía como diciendo -¡claro amigo, aquí
siempre hay buen precio!, entonces decidí ir a mi casa, donde quiera que
estuviera en esa ciudad onírica, para buscar el dinero, pero me entretuve
mirando guitarras que al final no me convencieron y al volver a pasar frente al
Sax que me había gustado el precio se había elevado groseramente, le reclamé al
dueño de la tienda, ahora costaba 16000, él respondió que yo me había tardado
mucho en decidirme a comprarlo, pero eso no era cierto, yo solo pretendía ir a
mi casa por el dinero porque no lo tenía conmigo y perdí mi oportunidad, una de
esas que solo se presentan una vez en la vida, sueños, sueños son…
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