"La cura para todo es siempre agua salada:
el sudor, las lágrimas o el mar."
Karen Blixen
"Sudario" by LALO VARGAS |
Los días habían estado realmente
calurosos, Luis pensaba que podía aprovechar el clima a su favor, buscaba que
el ejercicio hiciera efecto y ayudado por el calor, “sudar” la grasa que tanto
lo acomplejaba, ya se lo habían dicho miles de veces, la grasa no se suda, se
oxida al servir como combustible al realizar un ejercicio, pero Luis no
escuchaba razones, se había obsesionado con bajar de peso, tomaba grandes
cantidades de agua, caminaba grandes distancias, corría en las mañanas y en las
tardes, manejaba bicicleta, hacía todo lo que le hiciera sudar a chorros para
según él adelgazar, verse como los de las revistas.
En su continua búsqueda de la
delgadez se inscribió en un programa experimental que había visto anunciado en
internet, mandó un mail y a la vuelta de unos días le llegó hasta la puerta de
su casa un frasco como de 500 gr., que contenía un polvo el cual, según las
instrucciones, debía consumirse utilizando la cuchara dosificadora 1 vez al
día, 10 minutos antes del vigoroso ejercicio, en un triángulo amarillo se podía
leer una advertencia: “nunca, sin
importar las circunstancias, ingiera más de la dosis recomendada ya que su
salud puede verse comprometida”.
Luis solía hacer ejercicio en la
mañana, en la tarde y en la noche, lo malo es que no dejaba de comer lo que le
gustaba, decía que prefería sacrificarse haciendo ejercicio que someterse a una
dieta rigurosa, estaba determinado a bajar de peso, a reducir tallas, a verse
mejor , a trabajar su cuerpo día y noche, hasta en sus sueño se ejercitaba, no
pensaba en otra cosa, pasaba las horas leyendo sobre rutinas, métodos, aparatos
para hacer más ejercicio, su obsesión lo estaba consumiendo.
Después de un mes de consumir el
producto experimental que le había llegado por correo Luis había visto los
resultados, sin embargo su nivel de obsesión no le permitía apreciar los
cambios en su cuerpo, ya había bajado 10 kg, la gente en el trabajo se lo
decía, algunos pensaban que Luis estaba enfermo, y no estaban muy lejos de la
realidad, algunos amigos suyos pensaban que sufría alguna especie de
vigorexia pero no podían estar
completamente seguros de ello.
Una noche al pesarse, Luis notó
que en dos semanas no se habían registrado cambios importantes en su cuerpo,
eso lo puso muy mal, despotricó en contra de todo el ejercicio que había estado
haciendo las últimas dos semanas, mandó al diablo a todo el mundo y deseó
verlos en el infierno, pateó, aventó y rompió todo lo que estuvo a su alcance
en el pequeño patio de piso de cemento rojo que usaba como área de entrenamiento,
después entró a la casa, tomó el suplemento experimental, lo abrió con
desesperación , como lo haría un adicto con una droga envasada, y sin usar la
cuchara dosificadora, vació el contenido en la licuadora, puso algo de frutas,
leche y mezcló todo para finalmente tomar directamente su contenido del vaso de
la licuadora.
Luis sintió un leve mareo, se
dijo así mismo que había sido por haberse tomado el licuado tan rápido, ni
siquiera esperó los 10 minutos y comenzó a hacer ejercicio como un loco,
cualquiera al verlo hubiera pensado que Luis estaba poseído o de plano drogado,
y esa afirmación no hubiese estado muy lejos de la realidad, la cantidad de
polvo que había puesto en su batido era 100 veces mayor al recomendado, Luis
sudaba copiosamente, sentía que se quemaba por dentro, se quitó su playera, el
short, los tenis y los calcetines porque sentía que en cualquier momento
ardería, entonces decidió detenerse y se recostó en el piso, su corazón latía
con tal fuerza que parecía le saldría del pecho, entonces cerró los ojos, trató
de controlar su respiración y después de unos minutos lo consiguió, el cuerpo
le dolía, siempre se preguntaba si algún día dejaría de dolerle todo el cuerpo
por tanto ejercicio, se relajó, cerró los ojos, se imaginó flotando en el
espacio sin sentir dolor alguno, preocupación alguna, se sintió liberado, se
sintió en paz, se quedó dormido, en ningún momento dejó de sudar.
Una semana después un grupo de
amigos fueron hasta la casa de Luis, no contestaba las llamadas y había faltado
al trabajo sin avisar, en el piso de la cocina encontraron el vaso de la
licuadora tirado, salieron al patio y en el piso vieron una silueta extraña que
se asemejaba a la de un ser humano, pensaron que se trataba de una especie de
mancha de aceite, no le tomaron mucha importancia.
En los días siguientes lo
buscaron por todas partes sin saber nada de él, la empresa que le había enviado
el producto quebró después de reportarse desapariciones de otros clientes como
Luis, al no poderles comprobar secuestro o asesinato alguno se cerró el
expediente pero también los hicieron cerrar sus laboratorios para siempre.