Petates mágicos
por: Eduardo Vargas Carrillo.
por: Eduardo Vargas Carrillo.
"¡Ven, oh sueño! Nudo seguro de la paz,
asilo encantador del espíritu,
bálsamo de la lucha,
riqueza del pobre;
liberación del prisionero,
juez imparcial de los poderosos y de los humildes".
-P. Sidney (Astrophel).
Tengo días con el mismo mal, las articulaciones chasquean y crujen a la menor provocación, rehúso a tomar medicina por saber que envenenan más mi cuerpo de lo que lo curan; yo prefiero lo natural.
Llega la noche y no puedo dormir bien, paso del sueño profundo a sobresaltos abruptos causados por dolores musculares que me hacen pensar en algún mal incurable el cual consume todo mi ser.
Así estuve muchos días, durmiendo de diferentes formas para ver qué sucedía. Y nada más no pasaba nada. Los dolores seguían, eso te hace pensar en hechicería, pero a nadie le decía, sabía que nunca lo entenderían.
Una noche justo antes de dormir asumí una postura nada convencional para así el sueño conciliar. Quería tener un descanso más normal, despertar sin dolor por la mañana, no sentirme golpeado y sin ganas.
Sobre mi lado izquierdo en posición fetal, con una almohada entre las piernas, para mi espalda alinear, los brazos cruzados como apretando a mi mal, a esos demonios que me quieren dañar, me dormí sintiendo un cierto alivio, como un luchador con mis brazos asfixiaban a mi enemigo, ¿cual enemigo me preguntarán?, yo qué sé, ese que me jode y jode sin parar.
No tiene rostro eso que a mi cuerpo castiga, pero ya en el plano onírico no me lastima, ni si quiera existe ya ese dolor, en ese momento me siento mucho mejor y la casita luce rete bonita, ¿cuál casita?, me preguntan; esa que no ven, y en la que hay una viejita.
¿Cómo se llama la anciana?, se llama como ella quiera y diga, pero para este caso yo le llamo Rosita, y estamos como en una cocina chontal, afuera de la casa, como techo un tejaban. Estoy jugando allí en el suelo, tengo unos petates mágicos que doblo y desdoblo, en forma de triángulos, de rombos y no sé qué más, porque no entiendo.
¿Y cómo sé que son mágicos?, eso no sé si lo pueda explicar, solo sé que si esa anciana era Rosita, equivocado no puedo estar, mágicos recuerdos tengo de cuando Rosita vivía, sus secretos se fueron con ella y no volverían.
Y allí estaba con mis tapetes de petate mágicos, descifrando sus secretos como si supiera, pero que tonto pensar que todo eso así era, si de aquello nada de nada le entendía siquiera.
La magia no terminaba allí, una figura de piedra volcánica, como si tuviese fuego en su interior resplandecía, parecía una braza encendida, labrada una figura tenía; bien podría ser maya, olmeca o yo qué sabía.
Del otro lado de la habitación una especie de estufa, pero no era de gas y tampoco de carbón, grandes leños ardían sin cesar, ollas se calentaban pero no supe nada más, mi atención se vió totalmente secuestrada por luces que en la habitación deambulaban, esferas luminosas orbitando sin parar, conté solo tres pero pudieron ser muchas más.
¿Será que eran estrellas?, tal vez eran seres visitantes de otro planeta, tal vez eran ángeles jugando por diversión, seres de luz de otra dimensión, a esas alturas poco me importaba, el escenario era mágico, por nada lo cambiaba.
Cuando más a gusto me sentía, cuando pensaba que la magia existía, de todo aquello me vi separado, las maniobras de mis brazos perdieron efectividad porque seguro a mi mal dejaron escapar, regresó el dolor, la incertidumbre me hizo sollozar, un par de lágrimas de mis ojos dejé escapar.
Me quedé sin la cocina, sin sus piedras brillantes, sin la leña que no se hace ceniza, sin la anciana Rosita y sin las luces divinas, sin el alivio en mi cuerpo, y otras muchas cosas que no veo en la realidad mezquina, sin los petates mágicos esos,que cuando los logras descifrar, te libran de todo mal.
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