Dedico este cuento a mis
hijas hermosas
a quienes amo y fueron de gran inspiración
para contar esta historia,
XV/LV por siempre.
Ximena y Larissa contra el monstruo
de pelos.
Autor: Eduardo Vargas Carrillo
10/06/2017
Había una vez
un par de hermanas llamadas Ximena y Larissa que vivían con sus abuelitos y su
mamá en una casa de la ciudad, las hermanas disfrutaban mucho de ir a sus
clases de jazz con su maestra Bibi y además les gustaba mucho su escuela aunque
levantarse temprano no era precisamente una práctica que fuera muy divertida,
en lugar de eso preferían cantar, bailar y ver la tele, ya ni qué decir de
jugar con el teléfono de mamá o con la tableta del abuelo al que sin decirle
nada le descargaban juegos sin que él se diera cuenta, las hermanas eran algo
traviesas.
Ximena era la
mayor, con 6 años, y la líder de la
dupla Vargas-Barragán, le gustaba ser siempre quien dirigía los juegos, elegir las
cosas que le gustaban y sobre todo servir de mediadora en cualquier conflicto,
en una ocasión había evitado una guerra entre los grupos de segundo y tercer
año de primaria debido a la disputa de unos dulces durante una fiesta, logró
que los niños llegaran a un acuerdo sin que se tirara ni un solo golpe, aunque
los golpes no le eran extraños había asistido a una clase de Lima Lama y había
aprendido mucho, Larissa de 4 años, solía ser muy reservada, pero como decían
su mamá y su papá: “traía la música por dentro”, era bien conocida por fingir
indefensión ante quienes más la consentían, pero cuando se molestaba mucho
podía hacer dos cosas: llorar o golpear a quien la hubiera provocado, se puede
decir que era la ruda de la dupla Vargas-Barragán.
La gente les
decía que aunque eran hermanas, en apariencia eran muy distintas, para comenzar
Ximena aparentaba más edad, cosa que su papá también padeció de niño, al ser
una niña grande le decían que se trataba de una niñona, sus ojos verdes
cautivaban a la gente pero era difícil no haberlos heredado si su tatarabuela,
su bisabuelo materno, su abuela materna, su abuelo paterno y su papá tenían ese
color de ojos sin mencionar que todos eran de piel más clara, por otro lado
Larissa traía la herencia de abuelita “Mango”, que en realidad se llamaba
Magnolia pero como le constaba trabajo pronunciarlo mejor había quedado en
decirle “Mango” en vez de Magno; la abuela Mango traía sangre más africana,
Morena de cabello chino y ojos cafés claros, de ese mismo color eran los ojos
de la mamá de Larissa y Ximena, por lo que Larissa tenía un color más moreno de
piel y ojos cafés como su mami y su abuela.
Una mañana de
fin de semana la señora de la limpieza barría la casa de Ximena y Larissa y a
las hermanas les había llamado mucho la atención una gran bola de pelos
revuelta con pelusas y otras basuritas, de primero pensaron que se trataba de
una araña peluda, pero después de observarla bien llegaron a la conclusión de
que no era así, con un poco de temor Ximena tomó con sus dedos índice y pulgar
aquella esponjosa bola de pelos, que al no estar totalmente comprimida, estaba
del tamaño del estropajo con el que se bañaban, en ese momento salió su mamá y
les dijo que no jugaran con eso porque era basura, le quitó a Ximena aquel falso
estropajo de pelo, lo puso entre sus palmas, la frotó como en círculos hasta
convertirla en una pelotita diminuta de cabello.
-Seguramente
es el pelo que le quité al cepillo esta mañana-, dijo la mamá de las hermanas
Vargas-Barragan mientras se deshacía de lo que ahora no era más que una canica
de pelo, muy chiquita.
Las hermanitas
Vargas-Barragan gustaban de ver películas en línea, ese día miraban una versión
infantil de la ya conocida historia de Frankenstein en donde gracias a la
electricidad el monstruo volvía a la
vida, después salía al pueblo pero la gente le temía por su apariencia y lo
perseguían con antorchas encendidas a las que les temía Frankenstein, odiaba el fuego,
justo en ese momento la madre de las niñas pasaba por la habitación y no le
pareció correcto que vieran ese tipo de película pues pensaba les podía
ocasionar pesadillas a las pequeñas por lo que detuvo la película y mejor les
buscó caricaturas.
Un día en la
clase de ciencias de Ximena su maestro les enseñaba en qué consistía la
electricidad estática, les explicó que se trataba del exceso de carga eléctrica
en un cuerpo y para que entendieran mejor les enseñó a hacer un experimento;
inflaron un globo, lo frotaron sobre su cabeza y al alejarlo vieron como sus
cabellos eran atraídas por el globo como por arte de magia, también les había
mencionado que el cuerpo humano acumulaba cargas eléctricas y que era por ello
que en ocasiones cuando intentábamos saludar a alguien más, o tocar algún
objeto, este nos daba una descarga, algo así como que toques, a Ximena ya le
había pasado alguna vez, todo ese tema le había recordado la película de
Frankenstein.
Una vez más
había llegado el fin de semana y las hermanas Vargas-Barragan estaban en casa
jugando cuando de nuevo vieron que la señora de la limpieza tenía en su
recogedor bastantes cabellos, entonces Ximena recordó el experimento de la escuela
y corrió a buscar un globo a su mochila, lo infló, lo frotó en su cabello y
luego lo puso sobre los pelos sueltos del recogedor y vio cómo se pegaban al
globo, esto le causó mucha gracia a Larissa quien pidió a Ximena la dejara
intentarlo también.
-Esto es muy
divertido hermana- le decía emocionada Larissa a Ximena.
El lunes
siguiente en la escuela de las niñas el grupo de Larissa tuvo una plática sobre
los piojos, los niños estaban fascinados con el tema sin mencionar que los
estaba inundando un miedo tremendo a esos bichos, la doctora que estaba de visita les contaba que el hogar de los
piojos eran sus cabezas y que estos viajaban por medio de los cabellos, que los
seres humanos tenemos en promedio entre cien mil y ciento cincuenta mil
cabellos en la cabeza y que en promedio al día perdíamos de cincuenta y cien
cabellos, al oír esto Larissa se alarmó y sin pensarlo gritó llevándose las
manos a las mejillas.
-Nos vamos a
quedar pelones como mi abuelito.
Todos en el
salón comenzaron a reír y la doctora les explicó que eso era normal y que no
iba a pasar por el momento, que si bien había gente a la que ya no le salía
cabello, a ellos que eran niños, eso no les iba a ocurrir puesto que el cabello
crecía por las noches, así que no había de qué preocuparse. Larissa se sintió
aliviada y cuando tocaron el timbre para salir al recreo se olvidó de todo y se
fue a jugar.
Ese día por la
tarde, mientras acompañaban a su mamá a hacer las compras, las hermanas
Vargas-Barragan vieron en el supermercado un tapete que les había gustado mucho
porque era muy peludo y les gustaba porque se tiraban sobre él y lo sentían
suave y divertido, como buenas consumidoras decidieron probarlo bien por lo que
bailaron, saltaron y jugaron para convencer a su mamá que se trataba de una
buena compra, cuando su madre las quiso tomar de la mano para quitarlas del
tapete las tres sintieron “toques” lo que ocasionó que la mamá de la niñas
diera un grito que inmediatamente la hizo sonrojarse y taparse la boca con
ambas manos pero ya era demasiado tarde, la gente que estaba cerca la había
volteado a ver mientras Larissa y Ximena se aventaban al piso debido a sus
carcajadas.
-¡Electricidad
Estática!- gritó Ximena.
Esa noche de
vuelta a casa, y con el tapete nuevo en el cuarto de las niñas, Larissa se
encontraba peinado a su muñeca Romina con un cepillo y vio cómo se le habían
quedado algunos cabellos de la muñeca en el cepillo.
-No te
preocupes Romina- le decía a manera de consuelo la niña a su muñeca -no te vas
a quedar pelona, en la noche te va a crecer el cabello- mientras quitaba los
rubios cabellos de Romina y los hacía bolita así como había visto a su mamá
hacerlo.
Una tarde,
cuando Ximena bajaba la escalera de la casa para ir a la sala vio pasar una
bolita de pelo junto a ella, Larissa venía de tras muy divertida.
-La doctora
dice que todos los días se nos caen cien cabellos, pero en la noche nos vuelven
a salir.
Ese dato le
pareció interesante a Ximena que pensó en la cantidad de cabello que
seguramente la señora de la limpieza debía juntar durante la semana, así que
decidió juntar todo el que encontrara para ver si le salían las cuentas, así
que usó una caja de zapatos y cada que veía una bolita de pelos la guardaba en
la caja, quería ver cuánto juntaba.
Y así pasó un
mes, Ximena había juntado el cabello que encontraba por la casa, en los baños,
en la sala, en los cepillos de su tíos, abuelos, de su mamá y hasta de las
muñecas, su colección ya era considerable, ya tenía una pelota del tamaño de
una esfera grande de navidad y una noche decidió sacarla y jugar con Larissa en
el tapete que les había comprado su mamá, vestidas con sus piyamas y calcetines
danzaban y se aventaban la pelota de pelos generando cada vez más electricidad
estática al frotar sus calcetines con el tapete, toda esta energía se la
pasaban a la bola de pelos cuando se la aventaban una a la otra, de repente
ocurrió algo increíble, Ximena sintió una descarga que la hizo soltar la bola
de pelos que al caer en el tapete comenzó a emitir pequeños rayos como los que
se veían en el cielo en noches de tormentas pero en chiquito, la bola de pelos temblaba por sí sola,
hacía ruidos extraños.
-Ñam, grrr,
ñam, grrr…
-Hermana- dijo
asustada Larissa, -esa cosa hace como "Pinky", la perrita salchicha que tenían de mascota.
-Si hermana,
ven rápido, está creciendo- contestó Ximena mientras asustada abrazaba a su
hermana.
La bola de
pelos crecía rápidamente se transformaba y tomaba forma humanoide, ya se le
podían ver brazos, piernas y una cabeza, pero era imposible adivinar si tenía
ojos, boca, nariz u orejas, aquella cosa estaba parada frente a las hermanas Vargas-Barragan
que temblaban de miedo sin saber qué hacer, entonces hicieron lo que todo el
mundo asustado haría en su lugar, gritaron la primera palabra que se les vino
a la mente.
-¡Mamáaaaaaaaaaaaaa!
Inmediatamente
aquella cosa se llevo las manos a donde deberían estar sus oídos porque como
era todo de pelo no se podía distinguir, pero era obvio que el grito de las
niñas le había aturdido.
Larissa
gritaba -¡mamá apúrate, el monstruo de pelos nos va a comer!, de pronto apareció
su mamá al rescate que al ver semejante aparición abrió los ojos como platos y
se quedo sin habla, el monstruo de pelos extendió su mano y lanzó una especie de
bola de pelos que le cubrió la boca a la mamá de las hermanas Vargas-Barragan, después,
de su otra mano los dedos se le alargaron con grandes hebras de cabello que
rodearon a la mamá de Ximena y Larissa como si de la presa de una araña se
tratase enrollándola como momia en una prisión de pelo ocasionando que cayera pesada al piso, fue entonces que Ximena y Larissa supieron que era hora
de correr al cuarto de los abuelos, sin perder tiempo corrieron lo más rápido
que pudieron y cuando llegaron con ellos
cerraron la puerta con seguro, sacudiendo a los abuelos, que no entendían a qué
se debía tanto alboroto pues ya casi estaban dormidos, trataban de entender a
Larissa y a Ximena que solo decían palabras sin sentido a diestra y siniestra.
-¡Mamá!
-¡Monstruo!
-¡De pelos!
-¡Ya viene!
-¡Auxilio!
Sus palabras
fueron interrumpidas por un fuerte golpe en la puerta, en un vaso de agua que
estaba sobre el buró de la abuela se dibujaban las vibraciones de esos golpes,
la abuela abrazó a Larissa y el abuelo abrazó a Ximena mientras una hebra de
cabello se deslizaba como serpiente por debajo de la puerta buscando quitar el
seguro de la puerta, los abuelos no podían creer lo que veían, parecía una
escena de película de terror, las niñas gritaban y lloraban sin cesar, el monstruo
gruñía del otro lado de la puerta y después de un par de intentos por fin logró
quitar el seguro, al abrirse la puerta la sorpresa de los abuelo fue mayor, la
abuela cayó desmayada, el abuelo se puso frente a sus nietas para defenderlas y
encaró al ente frente a él con valentía, caminó en círculos de tal manera que
aquella cosa despejara la puerta de la habitación, el abuelo se movía lentamente
pero expectante, Ximena trataba de pensar en un plan que les ayudara a salir de
aquel problema, no podía quitar de su cabeza la película del monstruo
Frankenstein, entonces se le ocurrió algo, seguramente esa cosa también tenía un
punto débil.
El abuelo, con
la manos extendidas para cubrir a sus nietas, una vez que estuvo de espaldas a
la puerta les dijo en voz baja a las hermanas Vargas–Barragan –Cuando yo cuente
hasta tres van a correr lo más rápido que puedan- Ximena trataba de decirle
algo a su abuelo.
-Abuelito…
-¡Uno!
-Espera creo
saber...
-¡Dos!
-Solamente tenemos
que usar...
-¡Tres!…corran,
corran.
Entonces las
niñas corrieron mientras el abuelo cerraba la puerta a sus espaldas quedándose
encerrado con el monstruo en la habitación, las niñas detuvieron su carrera
para ver qué ocurría con el abuelo pero un silencio repentino les dio un mal
presentimiento, temieron lo peor, la
puerta se entreabrió y no pasaba nada, Ximena y Larissa agarradas de la mano
temblaban esperando ver salir triunfante al abuelo, pero entonces una cosa
peluda terminó de abrir la puerta y rugió fuertemente frente a las niñas que a
la distancia reaccionaron con un grito -ahhhh-, Ximena jaló a Larissa y le
dijo –hermana tengo una idea, vamos a la cocina, ¡corre!- los niñas bajaron la
escalera tan rápido como pudieron y llegaron pronto a la cocina, inmediatamente
Ximena comenzó a buscar algo entre los cajones, no era un trapo, no era un
tenedor, no era un cuchillo, tampoco cucharas, el tiempo se acababa, dónde
estaba lo que necesitaba, dónde, pero ya era demasiado tarde, Ximena que no
podía ver, porque estaba de espaldas, supo que cuando Larissa le jaló el
pantalón de la piyama era porque el monstruo de pelos ya estaba ahí, giró
lentamente y lo miró temerosa pero decidida, la cosa peluda extendió sus dos
brazos para agarrar a las niñas por sus cuellos y las levantó del suelo
amenazante, Larissa gritaba-¡ayúdame hermana!, ¡ayúdame!-, mientras intentaba
morder el brazo del monstruo peludo pero era inútil, la boca le había quedado
llena de pelos, entonces Ximena, que hasta ese momento había tenido su mano
derecha oculta en su espalda, le mostró
al ente de pelos lo que tenía en la mano, un encendedor que usaban para
la estufa, antes de bajar las escaleras había recordado la ocasión en que
durante una navidad tiraban "cuetes" con su papá, les había dejado una vela
encendida para sus “chispitas” y por curiosidad había tomado cabello y al
acercarlo al fuego vio cómo se quemaba despidiendo un olor como a chicharrón,
por eso Ximena imagino que si el monstruo
hubiera tenido cara, justo en ese momento, estaría dibujando una expresión de
miedo infinito al saberse derrotado, Ximena accionó el encendedor y el fuego se
esparció casi al instante sobre el monstruo de pelos que las liberó inmediatamente
mientras se quemaba en su totalidad, las niñas corrieron a ver a su mamá y a
sus abuelos que yacían desmayados en sus cuartos pero a salvo.
Las hermanas
Vargas-Barragan habían derrotado al monstruo de pelos, había sido una gran
aventura, su mamá y abuelos no recordaban nada, y las niñas decidieron no
comentar nada al respecto, estaban contentas de que todo hubiera regresado a la
normalidad, pero entonces su mamá comenzó a buscar un aroma que le parecía
extraño.
-Huele raro.
-Seguramente
fue un “pidin” de Larissa mamá- dijo Ximena para desviar la atención.
-Huele como a
chicharrón.
-Mi mamá tiene
hambre- dijo Larissa, siguiéndole el
juego a Ximena.
-Entonces
vamos por unos taquitos de chicharrón- dijo el abuelo a lo que todos
contestaron en coro con un gran –¡Siiiiiii!.
Fin.