En algún lugar del trópico, de cuyo nombre no quiero acordarme, las muertes por COVID-19 no cesaban y los contagios seguían en aumento, el gobierno ya había gastado millones de pesos en estrategias publicitarias, reconversiones hospitalarias y compras de burbujas itinerantes para afrontar la situación; sumando más de mil defunciones y promediando 200 contagios al día ya no se sabía qué más hacer.
La ironía del asunto era que los ciudadanos no ponían un poco de su
parte, de haberlo hecho los contagios seguramente hubiesen bajado
considerablemente dándole un respiro a todo el sector salud.
Justo cuando se pensaba que todo estaba perdido, un funcionario que
administraba las redes sociales del gobernador encontró un comentario que llamó
su atención en el twitter:
-Les
disminuyo el problema del contagio y hago que la gente se quede en casa.
El funcionario pensó que estaba enloqueciendo al pensar que algún bueno
para nada en las redes tuviese la solución a los problemas del contagio, pero
también consideró que no tenía nada que perder, así que contactó al sujeto que
hacía aquel ofrecimiento en las redes y se prometió ser muy asertivo ante la
supuesta solución.
Quedaron de verse en uno de los pocos lugares que lograron abrir durante
la nueva normalidad, un café modesto que ofertaba sus productos orgánicos.
El funcionario llegó primero y pidió un café expreso de cosecha
veracruzana, para ser más específico, de la región de Coatepec, se notaba que
trabajaba en el gobierno del estado porque hasta pareciera que el uniforme
oficial en el sureste es la guayabera blanca manga larga, lentes de pasta, cabello
peinado hacia atrás con harto gel´s y smartphone de última generación para
twittear mejor los programas del gobierno.
Estaba dándole un sorbo a su café cuando la campanilla de la puerta del establecimiento
dio fe de la llegada de un sujeto de short con bolsas a los lados, piernas
velludas, zapato de campismo con calcetines tan cortos que parecían
inexistentes, lentes oscuros, arete en lóbulo izquierdo, playera de Dragón Ball
y un nido enmarañado por cabello, sin ser rastas necesariamente.
El funcionario pensó: -Tiene que ser una broma-, al verlo no sabía si se
trataba de un indigente o del sujeto que le había ofrecido la solución a todos
sus problemas, así que decidió preguntarle.
-Joven, ¿usted es quien dice tener la solución a los contagios?
-Así es mi estimado.
-Bien. ¿Es usted médico?
-Nop.
- ¿Químico?
-Nop.
- ¿Biólogo?
-Nop.
- ¿Científico?, ¿Chamán?, ¿Brujo?
-Bueno, creo que soy todo eso y más.
-Entonces, ¿Cuál es su profesión?
-Soy comunicólogo, bueno casi, porque no me he titulado.
El funcionario no lo podía creer, estaba perdiendo su tiempo, buscó su
billetera, tomó un billete de $200, lo tiró en la mesa, se puso de pie y,
visiblemente molesto enfiló hacia la salida, justo cuando la campanilla avisó
que estaban abriendo la puerta, se escuchó al comunicólogo, que aún no se
titulaba pero que técnicamente ya era comunicólogo, gritarle al funcionario.
- ¿No vas a escuchar mi propuesta?
En la puerta el funcionario deteniendo la puerta,
-Amigo creo que he venido a perder el tiempo, no creo que tengas nada
que pueda interesarme.
El comunicólogo muy confiado desde la mesa, mientras doblaba el billete
y se lo guardaba en una de las bolsas laterales de su pantalón corto le
respondió.
-Solo te voy a decir una cosa, si estoy en lo correcto, puedes ir
pensando en el mejor puesto que se te ocurra porque después de que esto
funcione tu carrera política va a cambiar para siempre.
El funcionario que, claramente ya había soñado con un mejor puesto en el
gobierno lo pensó por un momento mientras estaba allí parado en la puerta
mirando en dirección a su auto intentando no salir huyendo de lo que parecía
una oportunidad para un futuro mejor, respiró profundamente y regresó a la mesa,
con el comunicólogo que aún no se había titulado, tomó asiento y le dijo.
-Bien, tienes toda mi atención.
Una semana después en el bajo mundo de funcionarios de gobierno se
rumoraba de una loca estrategia que los altos mandos del gobierno del estado
implementarían para hacer que la gente se quedara en casa y que se daría
conocer en la televisora del estado una tarde de lunes a las 05:10 pm.
Y llegó el día, en cadena estatal de radio y tv así como en las cuentas
oficiales se anunciaba la implementación de la estrategia que llevaría por
nombre “La estrategia del millón”, para ello se ideó usar los medios de
comunicación oficiales del estado para invitar a las ciudadanos ser parte de un
juego llamado “UN MILLÓN CONTRA EL COVID”; para poder participar la gente debía
estar pendiente de los diferentes medios de comunicación del gobierno del
estado en donde se estarían dando pistas para formar cifras numéricas y, una
vez que se dieran todas las pistas se les llamaría al azar a los participantes
para preguntarles la cifra y así ganarse un millón de pesos.
La estrategia parecía ridícula, pero obligaba a todos a quedarse en casa
mirando el canal del estado ya que solo allí se darían las claves. Se desató
una polémica por considerar aquello como una estrategia populista, pero el
gasto que se haría era muy inferior a lo que ya se estaba gastando en salarios,
insumos médicos y reconversiones hospitalarias, pusieron a prueba una semana el
programa y las cifras de contagios disminuyeron dramáticamente.
No hace falta decir que el funcionario que antes atendía redes se
convirtió en diputado y llegó a ser atacado por pagar sueldos onerosos a un asesor
estrafalario, un comunicólogo greñudo que según chismes de los medios, ni si
quiera se había titulado.
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